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¿Bonito o durable? Es la cuestión

Ya lo he dicho antes, los seres humanos somos esclavos de la belleza. Todo lo que nos parece agradable a los ojos ejerce una fascinación tan fuerte sobre nosotros, que todo lo demás puede quedar en segundo plano. Incluso cuando sufrimos en otros aspectos preferimos lo bonito sobre lo adecuado. Pasa con nuestros autos, con nuestra ropa, con nuestra pareja. Pasa también, por supuesto, con algo que muy pocos tomamos en consideración a la hora de comprar un auto: los neumáticos.

Además de lo bonito, nos encanta lo que está de moda. Si el vecino tiene una camioneta grande, yo también quiero una. Los dos fenómenos combinados hacen que compremos cosas que no necesitamos, con frecuencia con el dinero que no tenemos.

Desde hace cerca de 20 años, los diseñadores comenzaron a poner de moda rines cada vez mayores. Sin llegar a exageraciones que encajan mejor en eventos como el SEMA (un festival de autopartes organizado en Las Vegas) que en la vida real, los rines de dimensiones más generosas hacen que los autos se vean con más personalidad, con mayor presencia. Es por lo tanto natural que las marcas incentiven un detalle que hace sus productos más atractivos. El punto es que para hacer uso de esos rines que en algunos casos ya llegaron a las 22 pulgadas (y a mí que me encantaba mi Vochito 76 con rines de 14” en lugar de los de 13 originales), los neumáticos se tienen que hacer cada vez más bajos. Y esto tiene sus ventajas, claro, pero que en nuestros países latinos se pierden debido al estado de nuestras calles.

Altura y confort

La altura de un neumático varía según el ancho del mismo. Una llanta con perfil 40 puede ser más alta que una con perfil 45, dependiendo del ancho del caucho en cuestión. Los neumáticos con perfil bajo fueron primero usados en carreras, ya que su reducida cara lateral permite que se doble menos ante la inercia de las curvas y con esto ofrecen mayor agarre y frenado, dada a la mayor superficie de contacto por el mayor ancho del caucho. Pero para la enorme mayoría de la gente, lo mejor de un neumático de bajo perfil es que se ve bien, así de simple.

En un autódromo o en superficies de buena calidad, todas las ventajas anteriores se materializan, pero cuando tenemos asfaltos irregulares como los nuestros, las cosas se complican.

El primer punto en contra es que una mayor superficie de agarre significa mayor consumo. La menor área lateral implica un menor confort, haciendo que el auto sea menos agradable de estar para todos, principalmente si la suspensión original no fue diseñada para neumáticos de bajo perfil. El mayor ancho también significa más ruido de contacto con el piso, otra vez disminuyendo el confort.
Al ofrecer un menor colchón de aire, los neumáticos de bajo perfil también son más frágiles ante los baches, topes y demás variables de nuestras calles, haciendo que se rompan las cuerdas de acero y produciendo los famosos y peligrosos “chichones” que indican que ese neumático ya no debe ser usado. Ese sería el momento de comprar dos nuevos y ponerlos en el eje trasero, donde más falta hace tener control, ya que para el eje delantero contamos con el volante.

Y esa compra es el último —pero no menor detalle— de los problemas de las llantas “flacas”: el precio. Imaginen un hermoso deportivo Porsche con rines de 20 pulgadas y su precio, por cada neumático, puede ser mayor a 20 mil pesos mexicanos. Bueno, si tienes para un Porsche, deberías tener para neumáticos, aunque no quieras gastar en eso. Pero para los demás mortales que no podemos comprar ni un Porsche ni una llanta de 20 mil pesos (también mucho más difícil de encontrar, por cierto), es mejor pensar antes de ordenar la versión más equipada —y bonita— de nuestro nuevo coche con sus inmensos rines y llantas bajitas. Y más aún, antes de poner unos neumáticos chaparros en nuestro Sentra 2010.
 

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