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Beethoven refrescante

Está, para este fin de semana, por supuesto, la opción entre el cuarto concierto de la Primera Temporada 2001 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), que difundirá este domingo, a las 12:00 horas, la señal de TV-Jalisco, y una versión refrescante -muy ad hoc para las temperaturas pre-primaverales ya imperantes en Guadalajara-, accesible en YouTube, de la Séptima Sinfonía de Beethoven, con un estupenda orquesta juvenil alemana, dirigida por Paavo Järvi.

La primera opción, basada en el civismo, significa apoyar el esfuerzo de la Secretaría de Cultura y de los músicos de la OFJ por seguir haciendo música pese a la imposibilidad -impuesta por la pandemia- de hacerlo con presencia de público, en el acogedor ambiente del Teatro Degollado; la segunda, un hallazgo imperdible para los melómanos.

El programa del concierto de referencia, como casi todos los de la temporada, es un albur. Como se apuntó la semana pasada, en este ciclo no habrá obras consagradas, de repertorio, y quizá se corra el riesgo -como el domingo pasado- de que la transmisión no respete a cabalidad la programación. En esta ocasión están anunciados Jesús Medina Villarreal en el pódium y obras de compositores mexicanos: “Metro Chabacano”, de Álvarez; “Postludio para Cuerdas”, de Gutiérrez Heras; “Danzas de la Ciudad”, de Touisaint; Danzón No. 4, de Arturo Márquez; “Suite Mexicana”, de Angulo, y un arreglo de este último a “Bésame Mucho”, de Consuelo Velázquez.

La otra opción (la Sinfonía No. 7 en La mayor, Op. 92, de Beethoven, con la Bundesjugendorchester y la batuta de Paavo Järvi -uno de los mejores actuales directores de Beethoven- es una revelación. Se trata de una orquesta juvenil, integrada por atrilistas veinteañeros, ataviados con camisetas o sudaderas, calzados algunos con tenis -nada que ver, pues, con la solemnidad de las indumentarias tradicionales-, que exhiben tanto la disciplina como el gusto por la música y aun la relativa informalidad de los estudiantes de conservatorio. La presencia de Järvi en el atril es garantía de plena integración con los músicos -el saludo con el codo al concertino, las aclamaciones de los muchachos al final concierto...-, así  como de suma pulcritud y respeto a la partitura en la ejecución.

Por lo demás, a cambio de la pena de no poder hacerlo de manera presencial, hay la ventaja de que ambas opciones son perfectamente compatibles.

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