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Bartlett en el espejo de la 4T

Si los principios son “no mentir, no robar y no engañar al pueblo”, el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, ya abanicó el primer strike. Podrá decir misa, atacar al mensajero (la salida típica de los políticos) escudarse en su lealtad al presidente, imaginarse, como dijo en su carta, que nadie lo ha acusado de corrupción y que goza de buena fama pública, pero no puede ni podrá sostener que no mintió en su declaración de bienes y de intereses.

No sabemos si el patrimonio de Manuel Bartlett es mal habido. Resulta altamente sospechoso que un político de carrera que solo ha vivido de los sueldos del sector público, como secretario de Gobernación, de Educación, gobernador de Puebla, y senador, tenga un capital que incluya entre él, su esposa y su hijo, 23 propiedades y doce empresas y sobre todo cuáles de ellas representan un conflicto de interés con el puesto que detenta. Le toca a la Función Pública investigar si además de mentir, el director de la CFE también violó el segundo precepto, no robar, lo que en automático implicaría la traición al pueblo, o sea, tercer strike, y se ponchó.

El caso es muy similar al del súper delegado en Jalisco y hasta ahora la actitud del presidente ha sido similar

Cuando un gobierno se autodefine como moralmente superior a otros -lo vimos claramente con los emanados del PAN- termina convirtiéndose en parodia de sí mismo. La superioridad moral del gobierno solo puede ser evaluada a posteriori y tendrán que ser otros, en este caso los gobernados, quienes decidan si efectivamente dicha administración fue más o menos corrupta que otras. Pero, cuando alguien se coloca de antemano por encima de los demás corre el riesgo de ser permanentemente confrontado, como le pasa ahora al gobierno de López Obrador. Más complejo aún resulta cuando se pretende gobernar con los mismos de antes y pensar que por el simple hecho de pertenecer a un nuevo equipo la moralidad se contagia.

Cabe por supuesto la posibilidad de que el presidente se aferre y mantenga al viejo político en su puesto. El caso, sin embargo, es muy similar al del súper delegado en Jalisco, Carlos Lomelí, y hasta ahora la actitud del presidente ha sido similar: lo defiende en público argumentando que todo son grillas y ataques de los enemigos de su gobierno, los emisarios del pasado, pero permite que la Función Pública haga su trabajo. No nos extrañe, pues, que un día cualquiera en las próximas semanas el presidente siente al director de la CFE frente al espejo de la 4T, lo cite en un trayecto carretero para platicar y lo convenza de que lo mejor para todos es renunciar.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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