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“Barbie” no es sólo una película de verano

Recién salió y fui -más acarreada que por iniciativa personal- aunque tuviera sus buenas cartas credenciales, la película de “Barbie”. Yo me confieso: de niña sí jugué con ellas, sí tuve la famosa casa y el coche y cuantos accesorios se me cruzaran por el camino. También les modifiqué algunos de sus vestuarios y tuve mayor afinidad con algunas profesiones que con otras. La película, que no parece ser una lección de nada sino una propuesta de verano, termina por encantar desde varias perspectivas.

De principio diría que no es una película para niños, y es que aunque ellos la disfrutan, pierden varios guiños que surgen como pequeños homenajes desde que empieza la cinta hasta que se acaba. Si bien el punto de quiebre de la historia es para algunos trillado, siempre ronda por el inconsciente colectivo cómo es que en un mundo imaginario donde las mujeres todo lo pueden, todo lo logran, todo lo son, las dueñas de esas muñecas no siempre corren con la misma “suerte”. Y entonces, con grandes gestos directos e indirectos, llevan al espectador de la mano a sentir un abanico de emociones, algunas cómodas y otras, sobre todo para el género masculino, seguramente muy incómodas.

De lo más significativo para mí, es el rescate al juego, porque es ahí, en ese lugar y en ese espacio, donde chicos y grandes estamos mucho más dispuestos a moldear nuestras creencias y crianzas que en la imposición. La película casi por completo juega de manera muy seria con los estereotipos, con la grotesca y agotadora sexualización de la mujer, con las limitaciones y el rezago histórico que, insisto, tantos hombres (y mujeres) están tan cansados de escuchar. “Barbie” es todo lo que sin prejuicios jugamos de niñas y que cuando nos convertimos en madres no nos gustaría que jugaran nuestras hijas. La carga ha sido muy pesada y es difícil identificarse hasta con la que lleva la propia profesión porque nunca llegaríamos a ser tan perfectas.

Y aquí otra clave para mí de la película, la historia entrelazada de la empresaria que ejerce un rol muy importante tanto en la creación de la muñeca como en la cinta, el rostro (bellísimo) de la Robbie totalmente al desnudo y sin maquillaje, atormentada por los cambios. Sí, esta sigue siendo una época de cambios pero seguimos en desventaja. Ser mujer sigue siendo agotador. La esperanza es que en el juego, en la vida cotidiana, en películas como esta y tantas otras más, ambos géneros podamos llegar a un mejor arreglo de vida: mucho más sano y por el bien de todos. Total, no fue una película de verano.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

Argelia García F.

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