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Baja la popularidad de AMLO

Una de las mayores fortalezas del presidente Andrés Manuel López Obrador ha empezado a reducirse: su popularidad. El tema es tan cierto que el mismo mandatario lo abordó en su conferencia de prensa mañanera, en Palacio Nacional, y lo hizo de manera inteligente, restándole importancia. Si los mexicanos dejan de quererlo, dijo, va a llorar y se va a ir a Palenque.

Pero negó que esté a la baja la aprobación que por más de un año le ha dado la mayoría de los mexicanos.

¿Qué tan serio es lo que ocurre?

Los diferentes estudios de opinión apuntan que la aceptación de su gestión es de 59 a 55 por ciento, mientras el rechazo oscila entre de 40 a 45 por ciento.

Aunque se tome el porcentaje más bajo en aceptación, es decir 55%, se trata de un número alto. Varios de los expresidentes en el pasado reciente del país se hubieran sentido cómodos con un porcentaje así, pero no Andrés Manuel López Obrador.

El mandatario que llegó a Palacio Nacional (en el camino decidió que Los Pinos no serían más la residencia presidencial) nominado por el partido político que él mismo había fundado, Movimiento de Regeneración Nacional, inició su gestión con un nivel de aprobación histórico, superior al 70 por ciento.

La disminución desde el 1 de diciembre de 2018 es notable.

Un episodio reciente muestra a un López Obrador que ya no está en romance permanente con la gente: el pasado fin de semana, en un mitin en Tabasco, se enfadó visiblemente porque seguían las rechiflas y los gritos de los asistentes a la concentración. Incluso, advirtió que si no paraban, terminaría su discurso abruptamente.

Los estudios de opinión apuntan que la aceptación de su gestión es de 59 a 55 por ciento, mientras el rechazo oscila entre de 40 a 45 por ciento

Los reclamos entre la gente, se debían al retraso en la entrega de los apoyos económicos que se han implementado para adultos mayores, personas con discapacidad y jóvenes.

Aunque los programas sociales que ha aplicado López Obrador desde que fue jefe de gobierno del Distrito Federal han sido un éxito copiado por gobernantes de todos los partidos políticos, desde la actual administración de la 4T hay una falla evidente, denunciada incluso por dirigentes de Morena: en algunos casos los delegados enviados por el gobierno federal para aplicarlos son deficientes, y en otros casos hay corrupción en la distribución de esos recursos.

Además, es claro que el largo listado de promesas realizadas por el presidente no se han podido cumplir: en materias como seguridad, educación y salud, estamos muy lejos de las metas ambiciosas que se han hecho públicas recientemente o en un pasado más lejano. ¿Le falta voluntad al presidente? No, sino que simplemente las circunstancias y la realidad siguen su propia ruta.

La pérdida de popularidad del mandatario se debe a estos y otros fenómenos menos visibles. Pero en adelante, la gente ya no estará tan dispuesta a aplaudir los discursos e ideas presidenciales.

No se trata tampoco de la debacle. Quedan cosas por hacer, por ejemplo: atemperar y moderar los discursos, y sobre todo, revisar las prioridades de gobierno y la calidad de los miembros de su equipo. El presidente está en el momento de revisar aquello de que sus funcionarios son “90% honestos y 10% capaces”. Falta equilibrar más.

Está en su segundo año y aún hay oportunidad.

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