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Azucena Uresti: periodismo, no mártires

La salida de Azucena Uresti, conductora del noticiero nocturno de Milenio Televisión, ha sido interpretada desde dos posturas políticas polarizadas. 

La primera plantea que el poder -AMLO o su vocero- presionó para que dejara su programa en horario estelar. Esa idea ha sido alimentada por antiobradoristas recalcitrantes, lo cual ni los descalifica para denunciar un abuso presidencial ni los califica para inventar una mentira.

Otra versión, más moderada pero igual defensiva, apunta a la ambigüedad dolosa de Uresti para insinuar censura cuando expresó que dejó su programa “dadas las circunstancias actuales” y que “el periodismo está bajo acoso, bajo amenaza y bajo ataques constantes”. 

Hannah Arendt dijo que el mundo surge cuando hay diversas perspectivas. Dicho de otro modo, lo importante no es refutar o volver del revés un argumento, más bien, buscar todos los ángulos posibles para que asome la realidad. 

Uresti es una periodista notable. Destaca porque hace algo a lo que renunciaron la mayoría de sus colegas con micrófonos nacionales: se informa, prepara sus entrevistas, intenta comprender, escucha a su interlocutor y pregunta asertivamente. Eso la vuelve incómoda (a cualquier poderoso). Recuerdo sólo dos ejemplos cuando irritó a viejos lobos de mar hasta la patanería: Dante Delgado y Fernández Noroña. 

Siempre tenía en su programa lo más relevante y lo último de la noticia, una proeza en estos tiempos. También destaca por su efectismo a veces artificioso pero funcional para el rating. Eso explica en parte el intencional revuelo mediático de su mensaje. Y por supuesto, como es deseable y esperable, criticaba a López Obrador. 

No conozco a Uresti ni los entretelones y las supuestas tensiones por su línea editorial. Pero conozco el oficio y las fricciones naturales por el trabajo de un periodista ante las presiones del poder. 

Rara vez un Presidente o un gobernador solicita directamente la destitución de un comunicador -al menos que realmente “se apropie” del medio a través de la publicidad oficial-. Los mecanismos de censura son más sutiles. Tengo un colega que conducía un programa radiofónico con los niveles más altos de audiencia, pero le dieron las gracias. La razón fue por una nimiedad. Él jura que el gobernador en turno presionó, pero carece de pruebas. En todo caso, un medio privado está en su derecho, mientras respete las leyes laborales, de contratar o cesar a cualquier periodista. Mi colega ahora ejerce el periodismo en otros espacios con total libertad. 

Vivimos una mayor intolerancia pública de la clase gobernante con el trabajo periodístico. Creo que esa intolerancia es la misma de siempre, sólo ha cambiado que ahora la expresan y la hacen del dominio público. Basta escuchar a AMLO o a Enrique Alfaro molestos por una publicación. 

Azucena Uresti, se ha dicho, estará en un programa radiofónico por la mañana en horario estelar. Seguramente hará un buen trabajo con mayor audiencia. Las personas y los espacios son pasajeros. Lo que importa es el periodismo profesional, serio, documentado, crítico y curioso ante una realidad compleja. Este país no necesita mártires sino mejores periodistas “dadas las circunstancias actuales”. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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