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Autogobiernos delincuenciales que desbordan las cárceles

Cuentan los expertos en temas de seguridad y estrategias policiales que una ciudad o estado seguro, con bajos niveles de violencia y criminalidad, pasa por tener bajo control de la autoridad sus centros penitenciarios.

Y es que explican que una cárcel en manos de los llamados autogobiernos delincuenciales se convierte en una fuente inagotable de recursos económicos que sirven para que la banda del crimen organizado que domine cada prisión tenga efectivo para sobornar a los custodios, a los directivos carcelarios, a jueces, a policías y funcionarios, y también para pagar a sicarios y generar ganancias a las organizaciones delictivas a las que pertenecen y siguen operando fuera de las rejas de la reclusión.

Los negocios dentro de la mayoría de las cárceles mexicanas son campo propicio para la colusión de autoridades con la delincuencia organizada. Desde las licitaciones para servir los miles de desayunos, comidas y cenas de las poblaciones penitenciaras, hasta la operación de las tienditas donde se venden productos de consumo diario legales a sobre precio, hasta la venta de privilegios, prostitución y distribución de alcohol y drogas. Están también los cobros para acceder a líneas telefónicas para extorsionar y los talleres en los que explotan la mano de obra de los internos.

Lo ocurrido en el Centro de Reinserción Social (Cereso) número 3 de Ciudad Juárez el jueves pasado es el más claro ejemplo de cómo una cárcel bajo el control total de la delincuencia organizada puede convertirse en una bomba de tiempo para hacer estallar la violencia extrema en las ciudades donde se asientan.

Fue así como una disputa por el dominio en ese penal estatal entre dos bandas rivales del Cártel de Sinaloa, primero provocó un motín y riñas internas que rápidamente la desbordaron cuando los aliados de ambos bandos al exterior del centro penitenciario extendieron el enfrentamiento a las calles de Ciudad Juárez, que degeneró en agresiones directas a la población civil y se convirtió en la jornada más violenta en la historia de Chihuahua. El saldo: 11 muertos, incluido un niño de 12 años que hacía compras en una tienda Oxxo a la que los sicarios irrumpieron a balazos para luego quemarla, y también un equipo de cuatro técnicos y reporteros de Megaradio que hacían un control remoto de una pizzería a los que dispararon directamente, 12 heridos y decenas de narcobloqueos con camiones y autos incendiados.

A diferencia de lo impune que quedaron los narcobloqueos que sufrimos aquí el martes pasado, allá en Ciudad Juárez sí detuvieron a 10 de los generadores de violencia. Además de lo oportuno que sería para las autoridades de Jalisco revisar y aprender de los operativos que se realizaron en Chihuahua para no irse en blanco y sí detener a los agresores de la población inocente, también sería pertinente revisar cuáles son los niveles de autogobierno delincuencial que se tienen en las cárceles del complejo penitenciario de Puente Grande, que cuenta con profusas historias que hablan del poder y control que la delincuencia organizada ha tenido en ellas.

Jaime Barrera

jbarrera4r@gmail.com

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