Atragantados con Dos Bocas
No es lo mismo ser borracho que cantinero, manifestante que autoridad. Al gobierno morenista se le atragantan las protestas, no saben qué hacer con ellas, cómo responder. Esta semana fueron los gaseros intermediarios en la Ciudad de México y el paro laboral en Dos Bocas, la obra del sexenio, pero antes fueron las mujeres, y antes de ellas la marcha por la seguridad de Sicilia y los LeBarón. El gobierno está atrapado en su propio discurso; la primera víctima de la nación no sabe cómo responder a quienes le exigen, a quienes no se sienten representados por su gobierno y su movimiento.
Entre el presidente López Obrador en la mañanera y la secretaria de Energía, Rocío Nahle, en su declaración posterior, hicieron un manojo de contradicciones sobre lo que sucedía en Dos Bocas. El presidente mandó recado, muy temprano, de que se trataba de un conflicto entre sindicatos: pórtense bien, porque ya sé quiénes son. Cuando el conflicto terminó en represión, en el uso de la fuerza, la secretaria de Energía dijo que eran unos cuantos los afectados, entre 200 y 300, como si el número justificara la violencia; que se trataba de un problema del pago de la doble jornada, sin aclarar si se estaba o no remunerando correctamente y conforme a la ley y, finalmente, repitió el argumento del conflicto sindical y que los incitadores eran 10 o 12, como siempre, “de fuera”, como si eso justificara la actuación de las policías.
El uso legítimo de la fuerza es una de las atribuciones del Estado. Cómo y para qué usarla es responsabilidad de los titulares del Poder Ejecutivo. Asegurar el derecho de manifestación también lo es. En el caso de Dos Bocas el gobierno actuó como patrón. Al disolver la manifestación con la fuerza pública claramente tomó partido en un conflicto laboral. Más allá de si los trabajadores tienen o no la razón, si lo que hay detrás es un problema sindical o de un abuso en el pago de horas extra, lo que tocaba al gobierno era atender la protesta entre los trabajadores y la empresa contratista. Pero la prudencia y paciencia que predica el presidente las pierde cuando se trata de movimientos sociales o laborales que salen de su campo de interés o su visión y se interponen en su camino.
Dos Bocas es un símbolo. Para el presidente y sus seguidores es la bandera, la demostración de que este gobierno sí puede lo que otros no pudieron. Para los detractores es la representación del absurdo, el pantano en el que se hundirá la autodenominada Cuarta Trasformación. Lo que ahí sucede, para bien y para mal, se magnifica, se le atraganta al presidente y llena la boca a la oposición.
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