Aterrizar a los cocodrilos
En Palacio Nacional los cocodrilos vuelan: bajito, pero vuelan. Más de alguno los ha visto. La primera vez que escucharon semejante cosa incluso vieron mal al mandatario y tildaron de locos a los colaboradores que en los pasillos discutían lo bonito que era ver planear a esos enormes reptiles, aunque fuera casi al ras del suelo. Ahora esos que dudaban están seguros de que no es una ilusión óptica: los cocodrilos vuelan; bajito, pero vuelan.
Porfirio Muñoz Ledo lo dijo hace unos días con su característica claridad e ironía: estamos frente a una dictadura del silencio. Nadie se atreve a decirle “no” a López Obrador, nadie lo cuestiona ni le dice que está equivocado, no hay quién lo contradiga. Prefieren guardar silencio que arriesgarse a pasar a la lista de non gratos. Nada hay peor para el ejercicio del poder que la complacencia de los colaboradores. La ceguera de uno se vuelve la ceguera de todos.
Hoy más que nunca el presidente necesita a los indolentes, a los porfirios, a esos que saben decir “no”.
Hoy más que nunca el presidente necesita a los indolentes, a los porfirios, a esos que saben decir “no”. La crisis económica mundial está cantada. Nadie puede saber a ciencia cierta el tamaño del golpe que nos viene, pero de lo que podemos estar seguros es que llegará. No se trata de ser pesimistas, pero sí realistas. Tenemos la experiencia de 2009: las epidemias secan las economías. En esta ocasión no somos el centro, pero eso no nos excluye del riesgo. Si hacemos bien las cosas en materia de salud el impacto económico será brutal. Si no hacemos lo que hay que hacer desde ahora el impacto en la salud será enorme y el económico puede ser devastador.
La primera víctima del coronavirus en México es Pemex, que tiene ya serios problemas para respirar y la primera víctima mortal podría ser la refinería de Dos Bocas. En las condiciones actuales la paraestatal mexicana, de por sí comprometida, vivirá los peores momentos de su historia. Las coberturas contratadas protegen los ingresos de Hacienda, no los de Pemex. La reducción del precio del petróleo implica menos ingreso con el mismo gasto y obligará a suspender la producción en aquellos pozos donde el costo por barril está por encima del precio de venta. La de por sí cuestionada viabilidad de la refinería de Dos Bocas hoy no solo duplica su riesgo, sino que debe ser evaluada a la luz de una segura disminución de ingresos del gobierno federal y una crisis seria en Pemex que deberá conectarse en sobrevivir al virus.
Alguien tiene que aterrizar a los cocodrilos, decirle al presidente que no vuelan y sí muerden, que lo que está en riesgo no es su imagen ante la historia sino el futuro del país. Administrar la ilusión del futuro de un pueblo es parte importante del arte de gobernar, pero más lo es sortear los impertinentes vaivenes de la terca realidad.
(diego.petersen@informador.com.mx)