Arroz, carne y cultura
En la pequeña isla de Teshima, en la prefectura de Kagawa, en Japón, los campos de arroz parecen jardines. Cultivar arroz es un oficio que realizan los japoneses con arte y exactitud; es parte del paisaje rural del país. Esta es una labor que los japoneses han perfeccionado produciendo la mayor variedad en sabor y textura. Pero no solo eso, según la CNBC, tienen el récord Guinness mundial del arroz más caro del mundo: el Kinmenai Premiun se vendía en el 2016 a 109 dólares el kilo.
¿Y nos imaginaríamos que un país con una geografía como la japonesa sea también el productor de uno de los cortes de carne más caros del mundo? La carne de Wagyu Kobe. Un kilo de esta carne puede costar hasta 30 mil pesos. ¿Por qué no se produce en Argentina, Estados Unidos, Australia o en México? ¿No se podrían importar reses como se hace con otras variedades y producir con la misma calidad japonesa? Y hay más: Japón es el país con más restaurantes con estrellas Michelin en el mundo. Solo en Tokio hay 230. ¡Más que en los países europeos! ¿Y México? La respuesta para lograr excelencia en productos y servicios está en el detalle. Para innovar no todo es tecnología y para crear productos y servicios con alta calidad se necesita perseverancia, disciplina, trabajo constante y visión a largo plazo. Todos estos ingredientes forman parte de una palabra que no gusta en México: CULTURA. Aquí todo lo que sale mal se debe a la falta de instituciones.
La carne y el arroz no son lo único que distingue a los japoneses; hemos escuchado del famoso “milagro japonés” refiriéndose a su recuperación económica después de la Segunda Guerra Mundial y el reconocimiento mundial por la calidad de sus productos y el alto grado de innovación tecnológica. Japón, junto a los Estados Unidos, es el líder de la producción de alta tecnología -electrónica e informática, industria aeroespacial, biotecnología, óptica, mecánica de precisión-. A la vez, mantiene los primeros lugares en la producción automovilística y naviera.
Estos logros se dan en un contexto de sobrepoblación geográfica, frecuentes riesgos ambientales, dependencia alimentaria exterior, ausencia de minerales y fuentes de energía; además, ubicado en la zona sísmica y volcánica más activa del mundo, con constantes terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis. De esta vulnerabilidad también construyeron una oportunidad constituyéndose en un referente en modelos de construcción antisísmica, protocolos de emergencia durante desastres naturales, entre otros.
Los expertos en desarrollo económico predican que la producción y exportación de productos de alto valor agregado son clave para el desarrollo económico. Insisten en invertir en tecnología e infraestructura para lograrlo. En mi opinión, con la experiencia de haber recorrido más de 50 países, conocido, escuchado y debatido con destacados actores económicos del sector público y privado, eso no es suficiente. Un ingrediente fundamental para avanzar es la cultura. Es parte de la explicación en la producción de alta calidad desde productos primarios hasta los más sofisticados. Una cultura acentuada de trabajo, disciplina y dedicación es necesaria. Los cambios culturales son el mayor reto para una sociedad, y son los que parten de una combinación de esfuerzos del sistema educativo, la sociedad y el Gobierno. Estos no se logran en un sexenio ni con campañas de publicidad, sino con visión de largo plazo y con el concurso de todos. ¿Algún día lo aceptaremos?