Arranque de campañas
Sin mucha emoción, en días complicados para captar la atención del respetable, arrancaron las campañas para la gubernatura en Jalisco sin mucha novedad en el contenido, pero hay algunos detalles importantes en las formas que vale la pena revisar.
Lo más destacable en el arranque de la campaña de Miguel Castro es la ausencia del PRI en la imagen, muy en concordancia con lo que sucede en la campaña federal, pero con una gran diferencia: en la campaña federal hay una Coalición que justifica tanto la desaparición del logo como el uso de sus tres colores: verde claro, turquesa y rojo. En la de Castro no solo no está el PRI, sino que el rojo tradicional de este partido fue sustituido por un tinto subido. Una estrategia así se justifica cuando el partido lejos de sumar, resta, o cuando el candidato tiene una imagen e intención de voto muy por encima del partido que lo postula, pero es una apuesta arriesgada.
El candidato del PAN, por el contrario, se refugió, en lo más rancio y conservador de su partido, e inició campaña con un anuncio que apela a la familia y haciendo una clausura simbólica de la escultura “Sincretismo”, una causa que nunca movilizó a más de mil personas, tal como lo fue su arranque de campaña. El voto duro del panismo es ciertamente la parte más conservadora de la sociedad, pero esa ya la tiene, no se va a ir a ningún lado porque no hay nada más a la derecha. El gran reto del candidato del PAN es reposicionar a su partido como un articulador de la democracia en Jalisco, que lo fue y dejó de serlo, pero está aún lejos de ello.
En el caso de Enrique Alfaro tampoco hubo muchas novedades. El discurso, que por momentos pareció más de toma de protesta que de arranque de campaña, se centró en esta idea rectora de la refundación de Jalisco. En lo personal, lo he comentado, no me gusta el término, me parece megalómano, pero lo interesante en todo caso está en algunos planteamientos concretos que hizo sobre esta refundación. Alfaro planteó la necesidad de un nuevo pacto social, que nace de un gobierno que respete la división de poderes, que cambie la relación de subordinación con el centro y que, a fin de cuentas, recupere la confianza de los ciudadanos. Incluso, abrió la puerta a una nueva Constitución, aunque sin dejar muy claro por qué la que tenemos ya no funciona o qué ventaja tendría una nueva. En todo caso lo importante es que la refundación ya no se plantea como el acto de un grupo de iluminados sino como un gran pacto social. El riesgo es que este gran pacto quede en discurso, como sucedió, por ejemplo, con la Gran Alianza de González Márquez.
Pero bueno, esto es sólo el principio.