Ideas

Apuntes para una elección infeliz

Acostumbrados a la mala vida, luego de lo que vimos el domingo andamos encantados con nuestra democracia. Qué tiene que nos hayan eliminado del Mundial, si ni Inglaterra tiene elecciones como las nuestras. Ajá.

La mejor manera de cuidar lo que ocurrió el domingo -la civilidad de Meade, la puntualidad del INE, la nueva comprobación de que los ciudadanos se la rifan al montar las casillas, la ausencia casi total de incidentes graves, la participación de 63% de los votantes, los discursos de AMLO, los festejos de los ganadores, la sensatez de los perdedores…-, la forma óptima de valorar eso es no olvidar lo que sucedió antes del 1 de julio.

Entonces, cuando la borrachera de felicitaciones y cebollazos termine, la cruda nos espera con al menos tres aguijonazos:

-¿Quién fue, cómo fue, con qué se pagó, cuál paso sigue, de dónde surgió la idea de hacer del PRI en la capital de la República el ariete de la agenda más retrógrada? Todos queremos tener un amigo como Mikel, a quien le dijeron que se suicidara por su cuate Pepe y lo hizo sin titubear. Esa parte, ok. La parte nada ok es la otra: y de parte de quién vino la instrucción de “y lo que Mikel va a hacer es ayudarnos a avanzar muchas yardas en nuestra agenda de valores tradicionales”. Nunca la sociedad mexicana, no solo la capitalina, había tenido tal bombardeo de mensajes discriminadores. El PRI capturado por la derecha más ultramontana. No fue gratis, no pudo haber sido pasajero, no será sin consecuencias.

-Como hubo tres novedosos debates presidenciales se nos bajó el encabrone con los spots. Pero tres debates no hacen una elección, si no pregunten a Anaya y a Meade lo que ganaron en ellos. El modelo de spots en las campañas -y fuera de ellas- es atroz, insulta a todos (a la inteligencia de todos, al presupuesto de todos), enriquece a unos cuantos, discrimina gravemente a los nuevos jugadores, sirve acaso únicamente para monopolizar la recordación de la marca de un partido… viejo. Hay que migrar a cero spots con dinero público. Algún académico debería hacer la cuenta: a lo largo de dos años Anaya se hizo de los spots del PAN para sí mismo, y luego tuvo los que correspondían en su calidad de candidato, ¿cuánto dinero costó eso? Tal inversión, que no pagó él sino el contribuyente, para la peor cosecha en la historia del PAN moderno. Y eso que es el chico listo.

-Y, por supuesto, el dinero no declarado, no fiscalizado, no reconocido. Cuánto costó realmente el Azteca para AMLO, cuánto se desvió desde PAN y PRD para los damnificados del terremoto -y en el mismo rubro cuánto jineteó Morena en el hoy ya escandaloso fideicomiso que era para víctimas del 19S-, quién va a responder por la nota del New York Times sobre los millones de dólares que el PRI le habría pagado a Cambridge Analytica para que simplemente se fueran de México y no trabajaran para su competencia, quién financió el ataque telefónico más descarado de cuántos hayamos atestiguado en elecciones.

Dije tres, va un cuarto apunte: qué vamos a hacer para que nadie piense, oye, qué buena idea, si “El Bronco” fue premiado por su propuesta de mochar manos, en la próxima elección apostemos por esa “agenda” y registro/negocio asegurado.

Y aquí no se mencionaron la violencia inaudita en contra de candidatos y políticos, el aquelarre de Moreno Valle y Diódoro Carrasco, las jugarretas de Graco y Yunes, la guerra sucia contra Pedro Kumamoto y los wikis de Jalisco, la intromisión de los empresarios que violaron la ley al pagar pauta, la virulencia de todos en las redes sociales, la bajeza del Gobierno de Peña Nieto al utilizar la PGR contra Anaya, las nada baratas encuestas pedorras (una disculpa: el término patito me parece fino para la grosería que representó ese nado sincronizado) divulgadas por medios sin escrúpulos democráticos, las amenazas a los periodistas, las tonterías del Trife con Mancera y Velasco...

Qué bueno que el domingo todo salió bien, porque de lo de antes de ese día a ver quién responde.

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