Apuesta por la catarsis
El ejercicio republicano de rendición de cuentas ante el Congreso por parte de funcionarios federales nunca terminó de cuajar en nuestro país.
Pronto se convirtió en una oportunidad para algunos legisladores de mostrarse duros, implacables, sólo para la tribuna. En ocasiones se volvió una feria de insultos o de acusaciones, a veces fundadas, pero también con frecuencia sin sustento alguno.
Se hizo un trámite en que los funcionarios que comparecen ante las Cámaras saben que van a enfrentar gritos y sombrerazos, los legisladores sacan su mejor repertorio de denuncias y ahí queda la cosa.
Dejan para las crónicas algún intercambio ingenioso, algún desplante de cualquiera de las dos partes y todos de regreso a la rutina. Escenificación pura. Y predecible hasta el bostezo.
La de ayer en San Lázaro cumple con todo lo anterior. La secretaria de Desarrollo Urbano y Territorial, Rosario Robles, citada a comparecer como parte de la revisión del informe del Gobierno de Enrique Peña Nieto.
Los legisladores, listos para lucir sus mejores discursos con señalamientos estentóreos. Manotazos, voces alzadas, revires de la secretaria, con su consabido recurso de decirse víctima de misoginia.
Es conocido el grueso expediente armado por la Auditoría Superior de la Federación sobre desvíos en Sedatu y en la secretaría que ocupó Robles antes, la Sedesol. El esquema es el mismo que se usó desde el sexenio de Felipe Calderón y se afinó en el de Peña Nieto.
La nueva mayoría morenista se monta en esa información, que se conoce gracias a los medios de comunicación, para brillar en la escena.
Pero por encima de ellos están las palabras de su líder, el Presidente electo López Obrador, de que Robles es un chivo expiatorio, que no va a meter a la cárcel a políticos para legitimarse, que desconfía de la sociedad civil fifí que impulsa el Sistema Nacional Anticorrupción y una fiscalía general autónoma; que los medios de comunicación fifí protegen a los “verdaderos” culpables, misteriosos personajes que habrían controlado a Robles y a todos los corruptos desde hace 30 años y que nunca identifica.
Lo de ayer es simplemente una apuesta por la catarsis. El destino de las gruesas investigaciones de la ASF sobre desvíos de miles y miles de millones de pesos no depende ni de los medios ni de los diputados ni de la sociedad civil ni de los fiscales que elegirá el nuevo Presidente con el aval de su mayoría legislativa.
La justicia en el caso de los millonarios desvíos en secretarías encargadas de programas sociales para los más pobres depende de la voluntad de un solo hombre, el futuro Presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo demás es teatro.