Ante la amenaza de un ególatra
El mensaje de Trump equivale a una amenaza terminante y pública que eleva el nivel de confrontación que se mantenía en niveles diplomáticos desde que se instaló en la Casa Blanca. México no puede aceptar ultimátum alguno sin responder con firmeza. Por eso la comunicación del Presidente López Obrador, independientemente de su estilo y redacción, fue un paso correcto, necesario y estratégico. Tampoco podemos darnos el lujo de elevar el nivel de la confrontación por la asimetría de fuerzas. México es la potencia 14 del mundo y el mayor mercado para los vecinos del Norte, un país fuerte y pujante. La diplomacia mexicana se enfrenta a uno de los desafíos más grandes de nuestra historia reciente: la reedición de la relación con el Gobierno de los Estados Unidos.
Hay que ver que las cuestiones esenciales para Trump están en las acciones que se pueden comunicar con contundencia en torno a la migración y la seguridad. Es un populista impredecible que provoca agitación en los votantes para fortalecerse y tiene la narrativa migratoria en marcha desde su anterior campaña electoral.
El Gobierno de México tiene razón al situar la solución el problema migratorio en atacar las causas estructurales que lo provocan. Pero los resultados de esa acción se podrían ver en años y eso no le sirve a los verdaderos propósitos de Trump. Desde el inicio de su gestión presionó para que México aceptara un tratado de tercer país seguro para los migrantes de Centroamérica. Esto significa aceptar que los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos sean aceptados en México como primer opción forzosa. Es un problema enorme por la dimensión que ha adquirido la migración hacia México recientemente.
Se calcula que en los últimos meses han ingresado a México un promedio de 100 mil personas mensuales legal o ilegalmente con el propósito de llegar a la frontera. De ellos se ha deportado hasta 35 mil personas en un mes, regresándolos a la frontera. Los estadounidenses están escandalizados porque han deportado a más de 100 mil personas en un mes hacia México.
El aceptar la condición de tercer país seguro implicaría regularizar a más de millón y medio de personas que, se calcula, residen ilegalmente y luego, recibir cada año a más de un millón de personas a las que habría que dotar servicios esenciales. El costo de un proceso como este es enorme y de grandes consecuencias para las comunidades en donde se pudieran establecer los inmigrantes.
Por eso, aunque el espíritu de solidaridad existe, la realidad impone actuar con mucha prudencia. Es un tema que se tiene que regular, ordenar con una visión conjunta con todos los países involucrados, esa es la posición de México. Trump plantea que se establezca de inmediato esta condición con costo para México, con lo que podría comunicar un triunfo a sus votantes. Y si no, convierte el tema en parte de la narrativa de su campaña que por cierto oficialmente comienza en esta misma semana.
Por otra parte, la seguridad se convierte en un asunto cada vez más sensible en ambos lados de la frontera. Los mecanismos de colaboración en inteligencia, uso de tecnología, equipamiento y armamento son motivo de debate en ambos gobiernos.
La administración Trump quiere acciones inmediatas contra el narcotráfico, otra vez, que puedan ser comunicadas de forma contundente, mientras que la posición de México es buscar soluciones estructurales que surten efectos poco a poco. A negociar también están las acciones de cooperación en la lucha contra el tráfico ilegal.
Por parte de México, la prioridad está en los asuntos económicos, contener la ofensiva comercial y en la defensa de los intereses y de los mexicanos como en la percepción de las ofensas a la dignidad del país. Las amenazas de echar por la borda el T-MEC y reabrir las negociaciones en los temas de energía y cooperación policial y militar constituyen temas muy sensibles.
Quizá, como nunca antes, sobre la mesa está la oportunidad de reconstruir los términos de una relación esencial para el futuro de México. La firmeza y la inteligencia unidas serán herramientas esenciales para conseguir que la sangre no llegue al río en una primera etapa y evitar que la confrontación con México sea tema esencial en la lucha electoral.
Han quedado lejos los días de los buenos vecinos y del país amigo. Ha llegado la realidad de la confrontación directa y de la prioridad de los intereses. En medio de muchos riesgos, se abren oportunidades. No hay que olvidar que el adversario es la cabeza caótica de la administración temporal y no con la nación vecina. México, al fortalecer sus alianzas en Estados Unidos, usar su fuerza económica y activar a los emigrantes, actúa como lo que somos: una potencia emergente ante la locura política de un ególatra.