Angelus Novus
La vida de Walter Benjamin fue una lucha contra la violencia y la frustración, llena de interrupciones e iluminaciones. Anclado en la tradición judía y su convicción marxista dijo: “Sí, soy como Jano, tengo dos rostros, uno mira a Moscú, el otro a Jerusalem”.
Efectivamente, había nacido en 1892 y recibió la tradición hebrea, para luego estudiar en Friburgo, Munich, Berna y Berlín, con la perspectiva de seguir una carrera académica, que se vio, como muchas cosas en su existencia, truncada. Una mujer, Asja Lacis, le enamoró y le introdujo al marxismo militante en la costa italiana. La KGB terminó la historia de amor.
En 1915 había conocido a Gershom Scholem como compañero de estudios y se convirtió en la mejor experiencia amistosa de su vida. Juntos visitaron una exposición en la que admiraron el cuadro de Paul Klee denominado Angelus Novus del cual Benjamin quedó impresionado al grado que al año siguiente la adquirió, y sobre ella dijo en su Concepto de la Historia: “En este cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.”
Ese ciclón provoca un optimismo materializado por el afán de poseer y vivir vertiginosamente, que seduce, atrae y destruye. Benjamin nos advirtió del espejismo que significaba también la aproximación surrealista de la estética y la postergación de una revolución que realmente transformaría al mundo. Décadas después las iluminaciones de Benjamin nos muestran cómo se ha acentuado la incertidumbre, y se requiere tomar fragmentos del pasado para entender la ruta en la tempestad a la que creemos dominar. En gran medida ahora el hombre se pasea dejándose perder en el ámbito material y digital de la misma forma que se perdían los paseantes en París.
Benjamin, adelantándose a su tiempo, criticaba el torbellino de la capital francesa en su obra inconclusa París, Capital del siglo XIX con los paseantes perdidos en los pasajes comerciales en donde veían lo que no podían adquirir. Aquellos fantasmagóricos personajes caminaban sin rumbo seducidos por el mercado con sus grandes almacenes aumentando la angustia permanente por el ingreso económico.
Todo en medio de la grandeza de los espacios públicos y la estrechez de los privados. “Una ciudad poblada de personas frívolas o injustas puede sobrevivir a lo largo del tiempo”, y esta ciudad tiene muchos siglos y al mismo tiempo sucede que “tres justos no pueden vivir sin pelearse bajo el mismo techo”. En las grandes ciudades, como sucedía en París, llega un estado de salvajismo que conduce al aislamiento y a la despersonalización del paseante perdido, nada que no veamos ahora. París, “me enseñó el arte de extraviarme” en las calles junto al Sena. Esa misma actitud, quizá acentuada, la vemos en el navegante que pasea en las redes digitales.
Ahora, violencia y frustración campean junto a la ilusión surrealista, la vida virtual y el culto al placer se adueña de aquellas conciencias que Benjamin pretendía agitar para provocar una transformación. La realidad desbordante que irrumpe en los dispositivos es ahora una combinación de materialidad e imaginación que arrincona a las personas entre el vértigo y la parálisis.
La vida de Benjamin terminó en 1940 cuando tenía 48 años, en medio de la angustia provocada por la persecución de los judíos, la guerra y las penurias por las pasaba. Decidió cortar de tajo la existencia de un marxista creyente que al ver el Angel Novus del progreso, advirtió nuestra obligación de elevar al hombre por encima de cualquier torbellino seductor, colocando a la persona como un fin valioso por sí mismo. Benjamin se propuso volar en pedazos la tradición filosófica para lograr una revolución social perdurable en donde todos fueran acreedores a la vuelta a ser uno con Dios. Un ideal que unía la fuerza social con el misticismo.
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