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Andrés Manuel, fiel a su amigo Maduro

Resulta aberrante el papel que está jugando el presidente Andrés Manuel López Obrador en torno al conflicto que vive el pueblo venezolano; su complacencia ante lo que se presume como un fraude electoral, su negativa a sumarse a los países de la OEA para exigir las actas de la votación y su llamado a la no injerencia, han colocado nuevamente a México en el lado oscuro de la historia provocando no solo enojo sino vergüenza y frustración a los mexicanos.

Desde el pasado domingo, el mundo entero ha venido dando seguimiento y observando con estupefacción lo que ocurre en Venezuela tras la elección presidencial del pasado fin de semana que ya deja al menos 17 muertos, cientos de heridos y más de mil personas detenidas, luego que el pueblo venezolano se volcara a las calles en rechazo al anunciado triunfo de Nicolás Maduro.

Para la comunidad internacional, el dictador venezolano perdió la elección, por más que el Consejo Nacional Electoral (CNE) -bajo la égida del propio Maduro- haya anunciado lo contrario y lo declarara triunfador el mismo domingo.

Y hay que decir que uno de los primeros personajes en expresar su repudio a lo que acontece en el país sudamericano ha sido el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien en un primer momento urgió al dictador venezolano a reconocer su derrota en los comicios presidenciales o convocar a una nueva elección. Pero el miércoles endureció su postura al anunciar que solicitará a la Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La Haya, que ordene el arresto de Nicolás Maduro, a quien acusó de haber cometido un “baño de sangre” contra los manifestantes tras las elecciones del pasado domingo, así como de incurrir en actos de lesa humanidad desde 2014 de acuerdo con una investigación que lleva a cabo la Fiscalía de la CPI.

“Maduro dijo antes de los comicios, durante un acto electoral, que Venezuela podría caer en un “baño de sangre, en una guerra civil” si él no ganaba las elecciones. “Fue algo que impresionó cuando lo dijo, pero me impresiona mucho más cuando lo está haciendo”, declaró Almagro.

El jueves, la Casa Blanca fijó postura a través del jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, quien afirmó que el candidato opositor venezolano, Edmundo González Urrutia, ganó las elecciones presidenciales de Venezuela.

“Dada la abrumadora evidencia, está claro para Estados Unidos y, lo que es más importante, para el pueblo venezolano, que Edmundo González Urrutia ganó la mayoría de los votos en las elecciones presidenciales de Venezuela del 28 de julio”, dijo Blinken en un comunicado.

Un día antes, la OEA había convocado a los países miembros a votar una exigencia a las autoridades venezolanas a fin de que revelaran las actas electorales de los comicios presidenciales.

La propuesta obtuvo 17 votos a favor, ninguna oposición y 11 abstenciones, con 5 ausencias. Para su aprobación, se necesitaba una mayoría absoluta de los miembros del organismo.

Votaron a favor Argentina, Canadá, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Guyana, Haití, Jamaica, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam y Uruguay.

Se abstuvieron Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Colombia, Granada, Honduras, San Cristóbal y Nieves, y Santa Lucía.

No participaron en la sesión Dominica, San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago, además de México y Venezuela.

Y sin menoscabo de que México no fue el único culpable de que no se aprobara la propuesta, sí carga con una significativa responsabilidad ante su negativa de acudir a la votación.

Una voz crítica fue la de Martha Bárcena, quien se desempeñó como embajadora de México en Estados Unidos de 2018 a 2021. En su cuenta de X, antes Twitter, escribió con evidente tono de reproche:  

“México no se ausenta de los debates. Argumenta, escucha, propone, critica, defiende su posición. Pero no se ausenta. Ejerce su voto. Así no”.

México se colocó una vez más en el bando de los malos; de las naciones cómplices del dictador venezolano, quien tal como prometió, tiene al país inmerso en un “baño de sangre”.

Por más que el jueves, a través de un comunicado firmado por México, Colombia y Brasil, se intentó matizar la postura, solicitando a las autoridades de Venezuela que den a conocer “los datos desglosados por mesa de votación”, su tardío posicionamiento se percibe más como una falsa salida para evitar el descrédito de su proceder en el tema.

Lo evidente es que Andrés Manuel López Obrador no ha tenido y seguramente no tendrá los arrestos para voltear cara a su amigo Nicolás Maduro. Ese que fue uno de los invitados especiales que en diciembre de 2018 lo acompañaron a su investidura como presidente de México. El que se hizo presente con motivo de la Cumbre sobre migración convocada por México y celebrada en Palenque, Chiapas en octubre de 2023. Y el mismo que el pasado lunes ordenó la expulsión de Venezuela a diplomáticos de Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay, por haberse atrevido a pedirle transparencia en los resultados de las elecciones presidenciales.

Para justificar su negativa a que México asistiera y participara en la votación de la OEA, López Obrador acusó intervencionismo; “se meten del extranjero no solo los gobiernos, los medios (de comunicación)”, dijo el presidente de México, el mismo que reclama a Estados Unidos el fin del bloqueo a Cuba; el que llamó a los colombianos “a elegir bien” pronunciándose a favor de su amigo Petro; el que apoyó a Cristina Kirchner en Argentina y se encaró con Milei a quien llamó “facho conservador”; el que ha estado a favor de Rusia en la guerra con Ucrania; el mismo que llamó “espuria” a la presidenta peruana Dina Boluarte y pretendía dar asilo al golpista Pedro Castillo; el que protegió a un criminal en la embajada en Ecuador provocando un rompimiento en las relaciones con aquel país; y el que envió un avión de la Fuerza Aérea Mexicana a Bolivia para rescatar a Evo Morales.

En su columna del pasado martes para El Economista, el analista internacional Fausto Pretelin Muñoz de Cote, afirmó:

Maduro tiene dos opciones: las armas o el exilio.

Una fuente cercana a la cancillería me comenta que el gobierno del presidente López Obrador le ofreció a Maduro venir a México en caso de que lo considere necesario.

Lo hizo con Evo Morales cuando cometió fraude en Bolivia y diversos sectores, entre ellos el ejército, decidieron que no podría atornillarse en la silla del poder.

Lo hicieron con el peruano Pedro Castillo el día que ordenó un golpe en contra del Congreso.

¿Veremos a Maduro desayunar en el hotel Brick de la Colonia Roma como lo hizo Evo?”.

opinión.salcosga@hotmail.com

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