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Alito, ¿se nos va de embajador?

“Tope hasta donde tope”,  dijo el pasado 4 de julio Alejando Moreno Cárdenas, presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuando anunció su gira internacional para denunciar el presidente Andrés Manuel López Obrador, su gobierno y a Morena, por lo que considero una campaña de odio y calumnia en su contra. Dijo que -y lo cumplió- que iría a la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y con la comunidad europea para exponer “lo que hace el gobierno”.

Argumentaba, en ese entonces, “la persecución política” en su contra.

Moreno Cárdenas (también conocido como Alito) se quejaba por las investigaciones por parte de la Fiscalía de Campeche por supuesto enriquecimiento ilícito y los cateos que se habían realizado en algunas de su propiedades en la entidad en donde fue gobernador (a partir de 2015), senador (2006) y tres veces diputado federal (2003, 2012 y 2021). Y en semanas recientes habrá que agregar -para su desgracia- la campaña de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, que ha difundido una serie de conversaciones en donde Alito ha quedado expuesto como un hombre amenazador, presumiendo influencias y como extorsionador.

Hoy, Alito, quien en 2019 pidió permiso en su estado para dejar la gubernatura, llegar a la presidencia del PRI y en donde obviamente busca la nominación del partido para la elección presidencial, es el centro de atención dentro del tricolor, de discordia alrededor de la coalición de partidos en contra de Morena y de beneplácito para Palacio Nacional.

La iniciativa de la diputada priista Yolanda de la Torre, quien propuso una reforma al artículo quinto transitorio de la reforma constitucional del 2019 sobre la Guardia Nacional, para pasar de 5 a 9 años -del 2024 al 2028- el periodo en que los militares puedan dedicarse a las laborales de seguridad pública en el país, apoyada por Alito, es la ‘gota que derramó el vaso’, que tiene al partido tricolor dividido, a la coalición a punto de desintegrarse y al presidente del PRI como ‘héroe’ en los pasillos de Palacio.

Hay que ser muy mal pensado para imaginar que con una investigación de “enriquecimiento ilícito” a sus espaldas, sin el apoyo al unísono de los priistas para nominarlo y sin la simpatía de la coalición para apoyarlo en sus intenciones presidenciales, una buena salida a su calvario era ‘unirse al enemigo’, y de paso quitarse de encima -aunque sea momentáneamente- la distracción de las investigaciones y, con suerte, hasta que se olviden.

La sorpresiva posición de Alito le da un triunfo al presidente López Obrador, muy al margen de que la propuesta ‘se quede a medio camino’ en el Senado, donde los priistas han rechazado la intención de ratificarla. Sin embargo, el golpe está dado. El PRI se ha ‘descabezado’, está dividido al interior y de carambola desquebrajó la frágil coalición de partidos.

El ‘ganón’ es el presidente, que por todos lados se ve beneficiado. Y el mandatario -como ya lo ha demostrado en el pasado frecuente- sabe ser agradecido, y a quienes vienen ‘del otro lado’ y le tienden la mano los premia con por lo menos una embajada. Así que, ¿cuál cree que sea el destino de Alito? Donde sea, pudiera decir el presidente del PRI, pero sí lejos, donde las investigaciones legales no lleguen y en donde los gritos de ‘traidor’ de la coalición no se escuchen. ¿Usted, qué opina? 

daniel.rodriguez@dbhub.net

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