Algo sobre la (no) muerte del Mayor Chapultepec
Para Adriana Malvido
El bosque de Chapultepec no soporta ya construirle un metro más encima. Está saturado de concreto. El gran museo que aparentemente propone el señor Gabriel Orozco no debe ser en el bosque. Al revés, hay que llevar siempre las nuevas infraestructuras a zonas marginadas o deprimidas. Algo así intentaron Dolores Béistegui y su equipo con el proyecto, que sí tenía pies y cabeza, del nuevo museo Papalote en Iztapalapa. La “4T” (sic), ya trituró ese proyecto y volvió a hacer un doloroso ridículo, en perjuicio directo de Iztapalapa y su región. Basta consultar lo anterior en la misma obra (de unos tapatíos, por cierto, Mara Partida y Hector Mendoza / Carlos Rodríguez Bernal y Laura Penichet) destrozada. El Papalote de Iztapalapa hubiera sido una obra de macro acupuntura urbana. ¿Por qué no se deja en paz al Bosque y se lleva el pretendido museote a Ciudad Neza? Allí es donde resulta pertinente y socialmente responsable y útil. ¿O qué? ¿No que estábamos del lado de los jodidos?
En fin, que el tema da para mucho. ¿Quién querrá armar un foro nacional, equilibrado y sin politiquerías, sobre el affaire del Bosque de Chapultepec? Le podrían entrar la Academia de Arquitectura, los colegios de Ingenieros y de Arquitectos, sociólogos, científicos, activistas, escuelas de Arquitectura, y quien más venga al caso.
Un tapatío, que ha vivido muchos años en México, y aspira al título de tepechilango, escribe esto. El Bosque no es de los habitantes de la Ciudad de México. Es patrimonio de todos los mexicanos. Y, yendo un poco más lejos, es patrimonio universal, y habría que buscar su inscripción en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Basta consultar al muy eminente doctor y arquitecto Francisco López Morales cómo se hace esa operación. Se hizo ya, desde el 2006, con la casa de Luis Barragán.
El otro día pasó en el internet una película donde se ve a Porfirio Díaz cabalgar en el Bosque. Se ocurrió que nosotros también deberíamos, literalmente, cabalgar allí en unos bonitos caballos alquilados. Capaz que ya se le ocurrió esto al señor Orozco, y sí no, se regala esa idea al augusto grupo del atropello. Capaz que hasta hacen caso, que ya metimos hace 14 años una ballena a la Biblioteca Vasconcelos.