Alfredo contra las boleteras impunes
Hay quien paga ocho mil 100 pesos por un par de boletos para un concierto de rock. Hay quien los pagó por el Celebrating David Bowie en el Guanamor Teatro Estudio de Zapopan el pasado 20 de julio. Pero no hay quien responda por tu dinero si el evento se cancela. Es el caso de Alfredo.
Compró sus boletos en línea a través de SuperBoletos, una de las boleteras que operan en el país -la más grande es Ticketmaster-. Sin embargo, se canceló el concierto debido a la enfermedad del músico principal. Ahí comenzó el calvario.
“Escribí correos, mensajes de Facebook y Twitter y WhatsApp a la empresa SuperBoletos y solamente recibí respuestas automáticas en donde me decían que no había agentes disponibles para responderme”, me contó Alfredo.
En superboletos.com encontró un correo a donde envió copia de sus tickets y generales para solicitar el reembolso, pero no obtuvo respuesta.
Días después ocurrió algo extraño. SuperBoletos le depositó mil 800 pesos, la quinta parte de lo que desembolsó, sin ninguna explicación.
SuperBoletos es una empresa de Monterrey al igual que Cacique Entertainment, la organizadora del concierto. Esta última, en su página web, posteó el 6 de julio un comunicado que anuncia la cancelación del evento y anticipa que “la dinámica de reembolsos será publicada el próximo miércoles 12 de julio en nuestros sitios oficiales y en superboletos.com”. Sin embargo, nunca publicaron nada.
Alfredo acudió con Guanamor Teatro Estudio, pero le dijeron que ellos no se hacían responsables porque sólo ofrecían el espacio. Cansado de lidiar con bots, respuestas automatizadas y correos al limbo, recurrió a la Profeco Delegación Jalisco.
Acudió dos veces a las oficinas. En la primera, una señorita lo recibió con este consejo: “Uy, pero yo la verdad no le recomiendo que se meta en esto porque esas empresas nunca pagan ni devuelven nada, prefieren pagar la multa”.
Alfredo insistió. Le pidieron la razón social de la empresa, la dirección, las cláusulas del contrato. Alfredo volvió al día siguiente con lo solicitado, pero le volvieron a pedir más información. Literal, casi le encargaron una investigación sobre su caso. Alfredo desistió: “Fue pérdida de tiempo absolutamente”. Sólo le dijeron que el dinero que recibió quizá es parte de la “letra chiquita” del contrato en donde la empresa sólo devuelve una parte del monto original si se cancela el evento. “Ni siquiera nos recibieron la queja porque no tenían la información suficiente”.
Según el Registro Público de Comercio, SuperBoletos es una empresa fundada en 2004 en Monterrey. En el acta constitutiva aparece Alberto Familiar de la Garza como administrador único; él también es director del proyecto Arena Guadalajara, un centro de espectáculos al norte de la ciudad, concesionado por el Gobierno estatal, cuya inversión ronda los mil 200 millones de pesos.
Cacique Entertainment ni siquiera aparece en el registro público, pero en su página tiene 29 conciertos programados en diversos foros del país lo que resta del año. A Alfredo le deben seis mil 300 pesos.
La Cámara de Diputados analiza una reforma a la Ley Federal de Protección al Consumidor que obliga a las boleteras a pagar el reembolso al cien por ciento 30 días máximo después de la fecha del evento si se cancela. También topa cualquier comisión de las boleteras a máximo 5% del costo total del boleto -hoy cobran hasta el 20% por el servicio más seguro y otros gastos administrativos-. Aumenta las sanciones, prohíbe la sobreventa, obliga a instaurar protocolos contra la reventa y enviar el boleto físico a domicilio sin costo extra si lo solicita el comprador. Hay esperanzas de que la reforma, aprobada apenas en comisiones, pudiera avalarse para finales de año.
Según Tech-Check, una asociación que lucha contra las prácticas abusivas de las boleteras, este problema es resultado de la indiferencia y omisión de la Profeco para castigar a estas empresas. Casos como la reventa en el concierto de Bad Bunny en diciembre pasado revivieron el debate sobre el tema. Muchos de quienes pierden su dinero son jóvenes que reúnen esas cantidades tras ahorrarlas con mucho esfuerzo.
Lo que le ocurrió a Alfredo le ocurre a muchos y le seguirá ocurriendo a más. “Profeco no hace su chamba ni tiene ganas de hacerla. Seguiré insistiendo porque no estoy dispuesto a perder mi dinero a manos de una empresa transa e irresponsable”.