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Alfaro, 11 meses

Inicio por el final del mensaje que ante los diputados y diputadas locales, y sus más abiertos aliados, expuso el gobernador, Enrique Alfaro, como la autoevaluación de su casi primer año de Gobierno, en un ejercicio que habrá que reconocer, recupera la tradición republicana y democrática de comparecer antes los representantes populares y escuchar los posicionamientos de las distintas fuerzas políticas con representación en el Congreso, que en general, fueron más que comedidos.

El cierre de su discurso, de casi hora y media, es el claro reflejo del sello de nuestra clase política y gubernamental de magnificar decisiones y acciones, y reducir casi a la desaparición cualquier asomo de autocrítica.

Palabras más, palabras menos, el racional e idea núcleo que cruzó su pieza discursiva es que el Gobierno que encabeza va por el camino correcto. Que pese a todos los sobresaltos que ha sufrido su administración, y que han desgastado notablemente su popularidad, la ruta es la debida.

No sólo eso. Tiene la total convicción de que ha agotado cualquier posibilidad de avance con las reglas del juego vigentes.

Que si los jaliscienses que gobierna quieren aspirar a más, no queda otro sendero que transitar más que el de la “refundación”, concepto que fue su eje de campaña político-electoral y que está empeñado en vender.

La condición de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y superar los retos colectivos, como la asignatura más demandada de la población, que es la seguridad, es jubilar el acuerdo social que se tiene hoy; es decir, las coordenadas de acción y regulación que nos da nuestra actual Constitución local, para diseñar otra que desbloqueé los caminos.

Por eso la reiteración de que en su primer año el paso inicial fue rediseñar el andamiaje institucional de la administración estatal y tomar decisiones de alto riesgo para forjar los cimientos de la refundación, meta que aunque no acaba de permear socialmente, mantiene como brújula de su Gobierno.

“Si logramos construir un nuevo acuerdo social, los resultados que vamos a ver en cinco años nos van a llegar de orgullo”, sentenció.

En su narrativa Alfaro abordó y respondió a los episodios que más se le han complicado en su primer año de gestión. Tres botones de muestra. Desde la más reciente crisis de salud pública que significó la mayor epidemia de dengue sufrida en la historia reciente de Jalisco, en la que insistió que su Gobierno no tuvo omisiones; el tarifazo camionero que consideró indispensable para que no tronara la viabilidad del transporte público; hasta la cuestionada multimillonaria licitación bajo sospecha de la “Refundación a Toda Máquina”, de la que, dijo, no tiene nada de que avergonzarse, pese a que la Contraloría puso a dos funcionarios de la Secretaría de Administración en capilla por los procedimientos de la misma.

En esa dinámica de autocomplacencia, Alfaro se dio tiempo para lanzar su aspiración de que Jalisco será modelo para ayudar al Presidente Andrés Manuel López Obrador, con quien tuvo fuertes roces al inicio de su administración, y sacar adelante a la nación.

Fue, en síntesis, la autodescripción de casi un año de Gobierno que quedó lejos del que el alfarismo soñó.

jbarrera4r@gmail.com

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