Alfarilandia
Los Informes de Gobierno que por ley deben presentar los titulares de los poderes ejecutivos de la República en teoría deberían ser mecanismos de revisión del estado de la administración y ejercicio de contrapesos entre poderes. En realidad, los Informes de Gobierno han sido actos de propaganda del mandatario en turno.
En ese sentido, el Cuarto Informe de Gobierno que presentó Enrique Alfaro Ramírez como titular del Poder Ejecutivo de Jalisco, no defrauda, pues en lugar de ser un ejercicio de rendición de cuentas y fiscalización entre poderes se convirtió en un mega spot de casi dos horas y media, con breves instantes de interrupción de algunos opositores que no coincidían con el relato del mandatario, que eran acallados a gritos e insultos por la mayoría de los legisladores de Movimiento Ciudadano e integrantes del gabinete estatal.
Lo que sorprende es el tamaño del ego del mandatario que rendía el informe y de la total ausencia de autocrítica para reconocer las diversas crisis que aquejan a la sociedad de Jalisco.
Con el lema que se repetía como mantra, “Jalisco tiene rumbo”, el gobernador presentó un relato de un Estado donde se presentan avances y cumplimiento de compromisos en prácticamente todos los rubros: “En materia de infraestructura, obra pública, salud, educación, movilidad, transporte público, agua, desarrollo económico, deuda pública, cultura, deporte, campo, generación de empleos, atracción de inversiones y ciencia y tecnología, entre otras áreas”, resumió el boletín del Poder Ejecutivo del Estado. “Hoy este Estado tiene rumbo, porque hemos actuado con valentía y con responsabilidad y lo voy a hacer hasta el último día de mi Gobierno”, dijo por su parte Enrique Alfaro.
Y a lo largo de esos casi 150 minutos de un relato optimista y sin autocrítica, Enrique Alfaro fue desgranando datos: que la inversión pública creció 114 por ciento en sus primeros cuatro años de administración, que 79 por ciento de esa inversión es en municipios ajenos al Área Metropolitana de Guadalajara, que Jalisco es tercer Estado con menor nivel en deuda pública, que 82 por ciento de las carreteras fueron intervenidas o reconstruidas, que se ha dado mantenimiento a casi mil escuelas, que en materia de salud se ha aumentado 25 por ciento el presupuesto y que ningún Gobierno entrega tantos recursos a la Universidad de Guadalajara como la administración que encabeza. Por supuesto, dijo el gobernador, hubo avances en materia de deportes, cultura, espectáculos y turismo a niveles de antes de la pandemia.
La recuperación económica, según el gobernador, también es notable y ha dicho que Jalisco es la locomotora de la economía nacional. En este ámbito destaca datos de la agroindustria que genera miles de millones de dólares en divisas, al igual que la industria electrónica. Tan satisfecho está con su Gobierno Enrique Alfaro que le dijo a Raúl Torres en entrevista para El Universal que su promesa de refundar la vida pública del Estado tiene un avance de 80 por ciento.
Cero autocrítica, cero empatía con miles de víctimas de la guerra informal que vivimos, víctimas que padecen la crisis por desaparición de personas, las incontables fosas clandestinas y saturación de los servicios forenses. No admite que su Gobierno ha dejado de reportar las cifras de personas desaparecidas y que hay ocultamiento de datos también en los feminicidios que ocurren en el Estado.
En este relato oficial no escuchara que la “locomotora” de la economía nacional que se supone es Jalisco está dejando un saldo incontable de crímenes ambientales con la externalización de costos mediante la contaminación de tierras y cuerpos de agua que va dejando la agroindustria a través de los monocultivos como berries, agave y aguacate. Tampoco se dice que se crean empleos, pero precarios y en un ambiente laboral protegido por el sindicalismo charro que tolera y fomenta la explotación laboral.
Ya lo habíamos comentado con motivo del informe en materia de seguridad, la disociación entre el relato del gobernador y la realidad nunca había sido tan grande. El gobernador no percibe la inseguridad, ni las distintas crisis sociales y económicas que atraviesa la sociedad jalisciense. Según el relato del gobernador vivimos, en fin, en un Estado con un resplandor y calma de parque temático, vivimos en Alfarilandia.
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