¿Al estadio o por la tele?
Uno de los más preciados valores que históricamente ha tenido el futbol mexicano, envidiado en otras latitudes, incomprendido en algunos otros otros países, es que es un espectáculo familiar. Ha sido una tradición el poder ver estampas de las tribunas de los diversos estadios en los que miembros de una misma familia acuden con la camiseta de un equipo y de otro, pero no sólo eso, se pueden sentar junto a otras personas que son aficionados del equipo rival y la convivencia, en términos generales, ha sido armónica, a veces con sus asegunes, producto de la pasión y de las “chelas”. Manteniéndose esta tradición hasta la fecha.
Sin embargo, desafortunadamente, ahora los aficionados piensan dos veces sobre el asistir o no a los estadios o llevar a sus hijos, la duda le genera la violencia que lamentablemente ha tenido permanente presencia en los estadios mexicanos.
Entre las tradicionales y mexicanísimas porras algunas, como las del Guadalajara, tenían su “Porra Familiar”, o la “Porra Infantil de la Sra. Vallejo o “Las Margaritas”, del Atlas, y sin duda que me estaré olvidando de varias más. Estas agrupaciones tenían como prioridad alentar incansablemente a su equipo.
Pero por desgracia o por fortuna, cada quien tendrá su punto de vista, con el tiempo las cosas se fueron transformando y aparecieron las barras. El “Chiquitibum” fue cambiado por cánticos sudamericanos.
Y en ciertos casos la prioridad cambió, el insulto al oponente, antes que el aliento a los propios.
Algunas barras comenzaron a ser sinónimo de violencia, y las autoridades trataton de ponerle remedio al problema.
Protocolos han ido y venido sin que se haya podido erradicar el problema de la violencia dentro y, en algunos casos, en las inmediaciones de los estadios.
Desde la credencialización hasta el impedimento a grupos de animación de asistir a estadios cuando su equipo juegue como visitante, cámaras de seguridad, ahora es el Fan ID, pero los resultados siguen siendo magros.
Ante las tragedias, la reacción es la clásica “después del niño ahogado a tapar el pozo”.
Desde aquel espeluznante episodio en el Estadio Jalisco en un Clásico Tapatío en el que un policía fue golpeado brutalmente, resultado gravemente herido, siguiendo con la tragedia del Corregidora hasta lo acontecido en Torreón después del partido Santos contra Monterrey, en la que una persona falleció a las afueras de Estadios TSM. Y en el camino varios episodios más.
Los protocolos no han sido el fuerte ni de la FMF ni de la Liga MX; el grito homofóbico, por ejemplo, en el que ya mejor le suben el volumen al sonido local cada que el portero realizará su despeje, o el protocolo sanitario, medida que en los hechos no se aplicaba. Ahora es el Fan ID y el anuncio de reuniones de seguridad previas a los partidos, y si hay algún incidente, se informa que fueron retiradas cierto numero de personas, pero hasta ahí.
El problema es que por mas grande que sea el esfuerzo para erradicar la violencia, si no hay consecuencias para quienes incurren en las conductas que se pretenden sancionar, el problema difícilmente va a desaparecer.
Vivimos en un país en el que la impunidad campea a sus anchas y en el futbol no es la excepción.
Después de la barbarie del estadio de Querétaro no quedó nadie en la cárcel.
El problema no es de fácil solución, pero Liga, clubes y autoridades deben trabajar con denuedo de forma coordinada.