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"Al carajo", "cretinos", pero al narco ni con un pétalo lo toca AMLO

En su enésima visita a la zona conocida como el “Triángulo Dorado”, cuna y bastión del Cártel de Sinaloa, Andrés Manuel López Obrador volvió a lanzar por segunda semana consecutiva su lapidaria frase de “al carajo” con la que el sábado antepasado había descalificado a las múltiples voces críticas del sector médico mexicano y de otros ámbitos por la contratación fast-track de doctores especialistas cubanos, supuestamente, para las zonas más pobres de México.

El viernes pasado, esta expresión la empleó para insistir en lo nocivo de caer en el consumismo, en el uso de prendas de marca (como los trajes Hugo Boss que portaba de opositor), y lo urgente que es en México el fomento de valores para alejar a los jóvenes de conductas antisociales.

“¿Y la Cheyenne, apá?... Al carajo con eso”, espetó en Guadalupe y Calvo, Chihuahua, haciendo completamente a un lado toda la historia y cuestionamientos que le trajo a principios de año el episodio de la Casa Gris y la vida dispendiosa que se da en Texas su primogénito José Ramón López Beltrán, y que contradice toda esta catequesis de la austeridad franciscana que pregona su padre.

AMLO fue a la tierra donde bajó de su camioneta para saludar de mano a la madre de Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, preso de por vida en Estados Unidos, luego del Culiacanazo de octubre de 2019 donde decidió liberar al nieto e hijo de esos personajes, Ovidio Guzmán, tras un operativo militar fallido en la capital sinaloense.

Obviamente, en cuanto vuelve a esta región, este fantasma se le aparece. El viernes, luego de sobrevolar en un helicóptero de la Fuerza Área Mexicana las obras de la carretera Badiraguato-Parral y Durango-Culiacán, López Obrador tuvo que volver a aceptar que él ordenó la liberación de Ovidio y además prometer que a más tardar en 15 días informará si hubo o no servidores públicos sancionados por este fracaso que dobló al Estado Mexicano ante las milicias del cártel de Sinaloa.

Pero de ahí no pasó. Como es su costumbre, el Presidente canalizó toda su enjundia contra sus críticos y no tocó ni con el pétalo de una rosa a los líderes narcos que no solo tienen asolado el Triángulo Dorado, sino muchas otras regiones del país, a base de violencia y cooptación de policías, autoridades, empresarios y comunidades enteras.

El poder del narco carcome cada vez más al Estado Mexicano, lo desafía e influye de forma determinante ya en los procesos electorales, pero López Obrador lo único que atinó a confrontar fue a los que critican su evidente modelo policial fallido, llamándolos “cretinos”, “desinformados” e “hipócritas de doble moral”.

Y como burla, terminó con el guiño para los que viven en la cuna de una las mafias más depredadoras de México: llamemos desde hoy al Triángulo Dorado el “Triángulo de la Gente Buena y Trabajadora”.

Jaime Barrera

jbarrera4r@gmail.com

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