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«Ahorita no dejen salir a sus mujeres»

El mensaje de voz de Fernando sonó atropellado: «¿Puedes hablar?». Todos hemos tenido un amigo con una emergencia. Le marqué rápido sin dudar. 

Que andan «levantando» mujeres en la Ciudad. Que unos audios alertan de eso. Que una madre de familia que trabaja en la Fiscalía lo afirma. Que no dejen salir ahorita a sus mujeres. Que pagan 10 mil pesos por cada una. 

Todo estaba atiborrado en los tres audios de WhatsApp que me envió Fernando. Para bien, un par de horas antes, en uno de mis monitoreos de noticias, me topé con la advertencia de la Fiscalía estatal sobre esos audios falsos que andaban en redes sociales. 

Le pasé a Fernando la nota de EL INFORMADOR para su tranquilidad. Con frecuencia amigos y familiares me consultan sobre notas, audios y mensajes alarmistas que muchas veces resultan mentira. 

Recuerdo otro caso. El supuesto asesinato del hijo de El Mencho que anticipaba una ola de homicidios por una «limpia» de bandas criminales en Guadalajara. 

El asunto no es exclusivo de un país como México. En la campaña presidencial de Estados Unidos en 2016, millones compartieron en Facebook la noticia falsa del apoyo de El Papa a Donald Trump.  

Según el Edelman Trust Barometer, dos tercios de la población tiene dificultades para distinguir una fake news de un contenido verdadero. También un estudio del Parlamento Europeo reveló que seis de cada 10 noticias compartidas en redes sociales no son leídas por quienes las difunden. 

¿Cómo distinguir entre información falsa y verdadera? Creo que hay un descuido en la construcción de nuestra ciudadanía digital. La escuela tiene un papel clave en preparar a los alumnos no sólo para el uso sino también en el consumo de Internet. 

Por otro lado, caímos en una crisis de credibilidad de las voces autorizadas. Nos resulta más confiable lo que nos cuenta un compañero de trabajo que un científico o un especialista. Según el estudio citado, los líderes sociales con menos credibilidad son la clase gobernante, los periodistas (auch) y los hombres de negocios. 

Esta desconfianza favorece las noticias falsas y rumores que sólo buscan provocar miedo, influir en nuestra conducta, contaminar el discurso político o simplemente aumentar la rentabilidad comercial y audiencia de un sitio. 

Al final quedan muchas preguntas: ¿Cuántas noticias falsas consumimos sin enterarnos? ¿Cómo evitar su propagación? ¿Quién debe combatirlas: el usuario, la empresa tecnológica o el gobierno? ¿Cómo fortalecemos a los medios tradicionales que ayudarían a combatir este problema? 

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