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Agitado, grillero y violento: así cierra 2024

El año que está por cerrar se describe con un sinnúmero de adjetivos. Convulso, grillero, violento y, aludiendo al que se fue para regañar a quien le toque desde otro continente, histórico.

Histórico porque tres mujeres ocuparon las primeras posiciones en sus respectivos encargos. Está Claudia Sheinbaum con la responsabilidad de liderar un país bañado en sangre y desigualdad; Verónica Delgadillo al frente del Gobierno de Guadalajara y Karla Planter como la primera rectora electa en más de dos siglos de dominio masculino en la Universidad de Guadalajara.

Este fue el año que dio cierre, al fin, a dos gobiernos eternos. Gobiernos que, en apariencia, duraron 18 o 20 años. Eternos. Pero al final, el sexenio de la esperanza y la demagogia concluyó a escala federal y el de la refundación y la indolencia tuvo su verdaderamente histórico día 6 de diciembre en Jalisco. 

Y como cada año, los ciclos dejan una estela de aprendizajes y retos.

A nivel nacional, el fin de la administración de Andrés Manuel López Obrador marcó un cierre entre aplausos de sus fieles más fieles y críticas de sus detractores más enérgicos. La decisión de no combatir al narco si no era con abrazos se mantuvo hasta el fin de su discurso y, evidentemente, éstos hicieron del sexenio su eterna Navidad.

Con casi 200 mil homicidios dolosos en su administración, la lengua del político más esperanzador y deliberadamente mentiroso (porque México no es ni será Dinamarca) terminó en medio de promesas renovadas y, por supuesto, con mucho escepticismo ante un panorama tan polarizado.

En lo económico, México sorteó los embates de la inflación global con cierta estabilidad, pero esa bonanza macroeconómica no se tradujo en mejoras significativas para la mayoría de la población. O dime: ¿la vida es más sencilla ahora? ¿Acaso los ricos no son más ricos hoy?

Luego están los retos estructurales, como la informalidad laboral, los aún bajos salarios y la falta de acceso a servicios básicos. Ningún funcionario del Gobierno federal volteó a ver las carreteras federales de Jalisco y éstas se siguen haciendo pedazos, cobrando factura a transportistas y automovilistas por igual, sin importar que hubiera campañas plagadas de promesas ambiciosas para que el Jardín del Edén envidiara a México y a Jalisco.

Y hablando de Jalisco, la administración de Enrique Alfaro se mantuvo bajo la sombra de un gobernador irascible y totalitario cuya táctica de liderazgo se fijó en el centralismo político y las decisiones personales. Al final, según él mismo lo dijo, fue Dios y no los jaliscienses quienes lo pusieron al nivel de Mariano Otero para hacer frente a la crisis de salud más grande en la historia moderna: la pandemia de Covid-19.

Por supuesto que no todo es hacer crítica. También se reconocen avances en infraestructura y movilidad, como renovar la red asfáltica del Periférico y construir un sistema que, aunque regularmente se encuentra abarrotado, presta un servicio que miles requeríamos: el Macro Periférico.

Pero en donde no hay días históricos es en la agenda de inseguridad: el talón de Aquiles a nivel local y nacional. La crisis de desapariciones, los multihomicidios, los mandos de primer nivel asesinados y las miles de tragedias que se viven en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses mientras lees esto. Aquí, el Estado reflejó una profunda incapacidad e indolencia para proteger a sus ciudadanos y, sobre todo, para enfrentar la impunidad.

Y eso sin contar que la evidente crisis de agua contaminada nunca se reconoció. Las autoridades responsables de esta agenda simplemente escondieron la cabeza, en detrimento de un derecho universal.

Por eso, 2024 también fue un año de resiliencia. Pero de resiliencia ciudadana. Las comunidades organizadas fueron las que llenaron los vacíos que dejaron las instituciones en rubros tan delicados como atender a víctimas de violencia o defender el medio ambiente. Las marchas feministas y las manifestaciones por la justicia marcaron el calendario, demostrando que el pulso ciudadano sigue fuerte y que en todo el sexenio persistió la demanda de gobernantes empáticos y eficaces.

De esta forma, el balance final del año deja un sentimiento de oportunidad perdida, pero también de esperanza. Si algo quedó claro en 2024 es que los ciudadanos están más atentos y críticos que nunca. Tanto en México como en Jalisco, el futuro dependerá de si los nuevos liderazgos son capaces de escuchar, actuar y devolverle la confianza a un pueblo cansado de promesas vacías.

El año que viene, y en el que ya se advierten nuevas crisis desde el país del Norte, tampoco será un paseo por el parque, pero en México tenemos un mecanismo de autodefensa: la unión orgánica en causas que nos duelen y la exigencia, sí o sí, de políticas públicas que no se usen sólo para lucir desde la banalidad de Instagram, Facebook o TikTok.

Porque siempre estamos unidos en las desdichas, en 2025 seguiremos alzando la voz para exhibir los tarifazos, los viajes pagados con cargo al dinero de las personas, la imposición de perfiles para los compas y los proyectos de alto calado que sirven para colgarse medallas que sólo apreciarán los amigos del político o política en turno.

Y también para hacer público el rechazo de quienes siguen padeciendo el olvido en zonas periféricas y rurales por las que no habrá conectividad hasta que quienes nos gobiernan aprendan a llenar de tierra sus zapatos Ferragamo.

Pasen una Feliz Navidad. Abracen a los suyos y ténganlos cerca. Al final, lo único que nadie nos puede quitar es la sonrisa y las buenas memorias que siempre dejan estas fechas. Nos leemos el próximo año.

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