Ideas

Adiós a El Informador

Con el costal lleno de memorias felices y aprendizajes relevantes, me despido hoy de El Informador.

Aquí encontré lectores extraordinarios y exigentes que me obligaron a trabajar siempre con el mayor rigor, incluso cuando mi desempeño profesional siguió en la Ciudad de México. Gracias a ellos, El Informador fue durante muchos años no sólo mi mayor y más preciado vínculo con Jalisco sino también mi protección intelectual ante la tentación de los análisis centralistas distorsionadores. No sólo he podido bregar esas aguas sino que he sumado la variable estatal, particularmente jalisciense, a mis análisis de espacios nacionales.

Cómo no hacerlo. Explorar para mi columna las medidas tomadas por los gobiernos estatales me permitió siempre comparar y guardar distancias, no sólo con los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, sino frente a otros gobiernos subnacionales.

Estar al tanto de los acuerdos impulsados por Aristóteles Sandoval con organismos internacionales me facilitó los contrastes con Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera en la jefatura de gobierno capitalina. Registrar las decisiones de Enrique Alfaro ante la escasez de gasolina o el coronavirus me dio elementos para la exploración de las acciones de Sinhue Rodríguez en Guanajuato.

Inspeccionar la inversión de 11 mil millones que entrarán al aeropuerto de Guadalajara me dio otra perspectiva sobre el hub que creí perdido para siempre en nuestro país y me precio de haber convencido a un par de analistas que no veían más allá de Reforma a considerar los riesgos y oportunidades del GAP.

Todo eso ha sido gracias a este espacio en El Informador y a mi necedad de no volverlo nacional. Este diario fue mi cordón con el estado y una plataforma periodística para fortalecer mis herramientas analíticas sobre el federalismo. De inmediato levanto la antena ante decisiones estatales que complementan o contrarrestan las medidas o las omisiones federales.

No tengo, pues, más que agradecimiento intelectual a El Informador, a sus extraordinarios periodistas, a los directivos y sobre todo, a los lectores. ¡Qué honor sus mensajes, sus correos, su amistad y su lectura!

¿Por qué me voy? Porque anhelo que mi esfuerzo obtenga una remuneración mayor. El Informador siempre fue claro conmigo y siempre supe que el pago sería simbólico; no hubo recursos para más. Lo supe siempre y así acepté, aproveché lo que había y entregué lo que tenía con cariño y rigor. Nadie engañó a nadie, el acuerdo fue transparente. Me voy porque quiero más, es todo; porque las periodistas tenemos que dejar de hacer las cosas por cariño.

Le agradezco a Carlos Álvarez del Castillo, a Jorge Verea y a Diego Petersen, por todo. A Gonzalo Jáuregui le doy gracias por cuidarme editorialmente y a todos los periodistas de El Informador les agradezco por hacer de este un gran diario.

Sólo me resta dejar un anhelo. Espero que este espacio sea para una joven analista (les faltan mujeres) que aquí forje su pluma y haga tan buenos amigos como hice yo.

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