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Adeudos a jugadores en México, historia cíclica

Apenas existieron por seis meses, pero la trayectoria de los Colibríes de Morelos en el futbol mexicano estuvo marcada por diversas dificultades económicas. Meses de salarios no liquidados, jugadores que los corrían de sus departamentos o tenían que sacar a sus hijos del colegio por falta de pago, entrenamientos en la casa del delantero Claudinho, y un dueño que utilizó el equipo como proselitismo político a favor del Partido Revolucionario Institucional (PRI), eran los condimentos de un club cuyo final no podía ser el mejor.

A mediados de 2003, la Federación Mexicana de Futbol (FMF) prometió que mejorarían los filtros para garantizar que no hubiera otros dueños como Jorge Rodríguez Marié (propietario de los Colibríes) en el futbol nacional, pero nada pasó. De hecho, apenas seis meses después les estallaron los video-escándalos del empresario argentino Carlos Ahumada en la cara, con consecuencias económicas nefastas para sus equipos León y Santos Laguna. En 2004, tuvieron que desaparecer de manera express al Querétaro e Irapuato tras descubrirse que eran propiedad del narcotraficante Tirso Martínez, distribuidor de cocaína de los cárteles de Sinaloa y Juárez en Estados Unidos, quien mantenía a ambos clubes con dinero procedente de la droga.

Con esta remembranza histórica, lo que quiero decir es que la solvencia y calidad moral de los dueños de clubes de futbol en México no es un tema que realmente le interese atender a la FMF, de allí que personajes como Fidel Kuri, dueño de Veracruz, tengan meses sin pagarles a sus empleados sin que le pase nada. Lo mismo pasó a los jugadores de Querétaro y los desaparecidos Delfines de Ciudad del Carmen, quienes no cobraron hasta cuatro meses de salarios por el arresto de Amado Yáñez, dueño de la empresa petrolera Oceanografía. O a los jugadores de Jaguares de Chiapas y Puebla con los hermanos Carlos y Jesús López Chargoy, quienes dejaron hasta 72 millones de pesos en deudas sólo en el club chiapaneco.

Se han tenido múltiples oportunidades de actuar con severidad contra el deudor dueño de Veracruz: cuando Kuri insultó y golpeó al entonces presidente de la Comisión de Arbitraje, Edgardo Codesal; cuanto utilizó a los Tiburones Rojos como herramienta proselitista para ser diputado del PRI; cuando lo multaron por 224 mil dólares por no pagar los derechos de formación de un jugador uruguayo e hizo que su equipo perdiera los escasos cuatro puntos que había ganado en el Torneo Clausura 2019; cuando le permitieron pagar cinco millones de dólares para evitar un descenso “ganado” en el césped; o cuando se burló de Guillermo Vázquez, hoy entrenador del Necaxa, al hacer público que le debían más de tres meses de sueldo. Pero nada pasó.

Y si a esto le añadimos un gremio de futbolistas desunido y poco empático, como sucedió apenas este viernes con los jugadores de Tigres haciendo caso omiso a la propuesta de no jugar los primeros tres minutos del partido como forma de protesta por la falta de pagos en Veracruz, la realidad es que los antecedentes y los hechos nos muestran que casos como el de Fidel Kuri siguen y seguirán sucediendo en el futbol mexicano. La prioridad ahora deberá ser obligar al dueño de Veracruz a cumplir sus obligaciones patronales, y formar sindicatos y asociaciones que protejan los derechos de los agremiados del balompié mexicano. Pero como en 2003, se apostará a la desmemoria para preservar los vicios.
 

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