Acoso escolar
En las últimas semanas ha llamado mi atención el alza en la estadística de agresiones entre estudiantes -sobre todo adolescentes- y el grado de ira o frustración que los motiva para llegar incluso al feminicidio. Algo sucede entre nuestros niños y jóvenes que no está permitiendo un desarrollo positivo. Hoy es un día para pensar en ello.
Este 2 de mayo se conmemora el Día Internacional Contra el Acoso Escolar, y conviene preguntarnos: ¿cómo puede pasar un niño de tener una convivencia sana al suicidio o cómo el acoso puede llegar a un homicidio dentro o fuera de una escuela?
Para muestra, casos virales como el de Norma Lizbeth, en el Estado de México, que tras una pelea al salir de la escuela tuvo como consecuencia una contusión cerebral que le arrebató la vida; la discriminación de Juan Pablo, en Querétaro, a quien sus compañeros de telesecundaria discriminaban por su origen otomí y llegaron al grado de prenderle fuego dentro de las instalaciones escolares, causando lesiones severas en su cuerpo; el supuesto suicidio de Vanesa, en el Estado de México, quien murió al caer de un primer piso en su escuela secundaria hace un par de semanas o las varias agresiones con arma blanca en las últimas semanas en escuelas secundarias en Coahuila.
Lo que conocimos fue el desenlace de una cadena de eventos desafortunados, la última de una serie de agresiones que no conocimos a tiempo y que cada una de las víctimas sufrió. Algunas con denuncia a las autoridades escolares, otras en silencio tratando de que el acosador cesara en su intento, pero todas tuvieron una consecuencia lamentable.
En México dos de cada 10 alumnos sufren acoso en las escuelas, y aunque parezca alarmante, nuestro país se encuentra entre los de menor incidencia en la región de Latinoamérica con un 23% hasta el año pasado, pues Argentina y Colombia reportan más del 32% de acoso escolar. Nada tiene que ver la estadística con la región o la calidad escolar, en Estados Unidos seis de cada 10 niños son víctimas de acoso. Los números nos hablan del entorno, del momento y los estímulos a los que están expuestos los menores.
Estoy segura que muchos de los padres de esos niños y jóvenes responsables de acoso escolar no saben quiénes son realmente sus hijos fuera de casa; puede que tengan claro el temperamento de los menores, pero no qué tan frustrados se encuentran y cuán intolerantes pueden ser, ahí es donde está la falla en el sistema, en no identificar la falta de autocontrol que escala hasta un punto de no retorno.
Es sencillo responsabilizar a las autoridades escolares, pues gran parte de las agresiones suceden dentro de los planteles o en sus alrededores, pero no son responsables de las decisiones de cada alumno; es importante que cada plantel tenga claro cuál es el protocolo en caso de identificar violencia intramuros y que el alumnado y los padres de familia sepan cuáles son sus consecuencias y que éstas pueden pasar del ámbito escolar hasta convertirse en un tema penal. Todos los planteles tienen un reglamento, pero ¿realmente nos preocupa respetarlo? ¿Las autoridades escolares son enérgicas al respecto? ¿Hay herramientas de apoyo de atención psicológica como parte del programa escolar? ¿Cuántas instituciones escolares cuentan con un psicólogo de planta que trabaje exclusivamente para el alumnado?
¿Qué sucedería si en una primera escala de agresión el responsable del área psicológica escolar interviniera? Si las cinco o seis o siete horas del turno escolar hubiera un psicólogo o una psicóloga apoyando a los alumnos, evaluándolos y posteriormente canalizándolos con un profesional -previa notificación a los padres- ya no estaríamos hablando de negligencia escolar, de ignorancia familiar y falta de responsabilidad, estaríamos hablando de desarrollo integral.
Acabamos de celebrar con juegos y regalos el Día del Niño, se aprovecharon los descuentos en juguetes y los centros comerciales estuvieron abarrotados, pero nos preguntamos si ¿realmente estamos formando niños fuertes, seguros e independientes? El acoso sucede todos los días y en todas las escuelas del país. Hoy es el día de tomar acción, no por lo que se conmemora, sino porque es una responsabilidad como adultos y padres vigilar el entorno de nuestros hijos y hacer que ellos vivan una mejor generación que la nuestra.