Abrazos, no trumpazos… la trinidad problemática de Sheinbaum
En el primer día de esa larga batalla que será la relación México-Estados Unidos en tiempos de Donald Trump, la Presidenta Claudia Sheinbaum optó por refrenar toda contraofensiva.
Las decisiones de la nueva Casa Blanca, la batería de órdenes ejecutivas donde México y/o mexicanos de ambos lados de la frontera son un objetivo para mal, se quedaron sin respuesta contundente.
Es como si la estrategia presidencial fuera no embarcarse a la primera, como si planeara una defensa día a día, con el cálculo del mal menor de cuánto está en juego, para esperar a mover ficha.
Sheinbaum tiene frente a sí una problemática trinidad que, como en el caso católico, puede parecer compuesta de tres entidades, pero que por su interrelación son indivisibles o, al menos, nada independientes.
Trump trazó su plan de ataque: usará la amenaza velada de salirse del, o desvirtuar el, T-MEC para forzar decisiones o concesiones en el manejo de la frontera, el rubro que más le interesa a su electorado.
Claudia buscaría conjurar los eventuales aranceles a cambio de emplearse en migración y en seguridad: tasa cero vs cerrar la frontera a migrantes y combate a los cárteles y al tráfico de la droga.
Por eso, ayer por la mañana el jefe de los cónsules repitió en la mañanera cifras de cuánto han bajado los casos de indocumentados que llegan al Norte, y por eso no cesan los vistosos golpes al narco.
La Presidenta tiene pocos recursos y ha de sacar de estos el mayor provecho.
No le alcanza para confrontarse por la migración (su Gobierno carece de influencia internacional); y es consciente de que sobre el fentanilo nada ganará acusando que, en efecto, los vecinos crearon la epidemia.
De ahí que en el tema de la migración la estrategia dual sea: 1) cachar a los expulsados, nacionales y no nacionales; es decir, la frontera Norte será un vomitorio humano; y 2) detener a muchos más en el Sur.
Así, pretenden que el rédito de ambas operaciones sea abonado por el nuevo presidente estadounidense en el balance al decidir sobre cómo, cuándo, de a cuánto y a qué poner aranceles.
La Presidenta demostraría simultáneamente su pragmatismo y su capacidad ejecutiva: taponar el Istmo para tener menos problemas humanitarios en el Norte, y hacer puntos ante Trump.
Otra señal de que en esa trinidad lo que importa es la economía son las mañaneras, en donde la Presidenta ha dado por hecho consumado, y sin pataleo, el retorno del “Remain in México”.
En esa línea, los consulados serán facilitadores para el retorno de paisanos. Acaso a la espera de que las redadas den triunfos mediáticos a Trump y se atemperen cuando afecten al propio EU.
Lo que no está claro es que en la otra agenda de esta trinidad -la de seguridad- los argumentos que Palacio Nacional pueda esgrimir ante los halcones de Washington vayan a ser suficientes y/o convincentes.
El apetito de las huestes trumpistas por intervenir “directamente” en el problema es mucho, y el tiempo que tiene Sheinbaum para demostrar un cambio sustantivo en ese terreno es muy poco.
Se necesitaría mucho cabildeo, y acaso conceder demasiado a las agencias estadounidenses que el sexenio pasado fueron acotadas, para convencer de que México puede solo en la tarea de impedir que el fentanilo mate estadounidenses.
Pero si lo que importa es cuidar el T-MEC, sin el cual una crisis económica sería dantesca, entonces, como dice la Presidenta, cabeza fría y apechugar, antes que contestar, los trumpazos en migración y en seguridad. Con esa trinidad lidia Sheinbaum.