AMLO contra los medios de comunicación
El presidente Andrés Manuel López Obrador dispuso hace unos días una nueva “sección especial” en la conferencia que cada mañana marca la agenda mediática del país. Se llamará “Quién es quién en las mentiras” y se emitirá los miércoles. Aunque aseguró que no tiene intención de linchar a ningún medio en particular, es evidente que ese espacio de difusión estará reservado para golpear a medios convencionales y periodistas que publican críticas contra la figura presidencial, el gobierno federal o la Cuarta Transformación.
Una frase acuñada por el presidente puede ser el telón de fondo sobre el que se desarrollará esta nueva estrategia de comunicación: “Yo tengo otros datos”.
La discusión está servida. Y lo que va a suceder es totalmente predecible: la presidencia acusará que es falso todo lo que le parezca inconveniente.
¿Tendrán razón cuando desde Palacio Nacional aseveren que miente un periódico, un canal televisivo o determinado periodista? Anticipo con toda certidumbre: no importa. En ese momento serán parte de los adversarios y así quedará anotado para el aparato de gobierno y el amplio espectro de simpatizantes presidenciales.
Las consecuencias de este proceso aún están por verse.
Sin embargo, es importante hacer algunos apuntes en torno de la realidad de los medios y su papel en la sociedad mexicana.
Propongo los siguientes:
Los medios convencionales de comunicación viven uno de sus peores momentos en la historia reciente; la fuerza avasalladora de las redes sociales y los cambios de hábitos de consumo de información de las nuevas generaciones, los han relegado a un papel secundario en el mejor de los casos. Son pocos los ejemplos de medios clásicos que han logrado incorporarse exitosamente a los nuevos espacios tecnológicos; hoy más que antes, se complican las tareas de información e investigación.
Una serie de regímenes alrededor del mundo, como el de Donald Trump en los Estados Unidos; Jair Bolsonaro en Brasil, o el de López Obrador en México, por poner algunos ejemplos, han aplicado como línea estratégica "golpear" y desacreditar a los medios convencionales, especialmente si son críticos a sus propósitos y políticas públicas. A pesar de que sus líneas ideológicas no son similares, los diferentes personajes en el poder apelan a la popularidad que los llevó al cargo para enfrentar el periodismo, y sus mensajes han tenido mayor impacto gracias a la penetración de las redes sociales.
A la problemática anterior, se suman complicaciones que el periodismo, particularmente en México, no ha atendido. Estudios recientes muestran que en la opinión pública mexicana ha sido consistente y creciente la desconfianza de la gente en la información de los medios convencionales. Además, está probado que hubo acuerdos con administraciones anteriores que entregaron cantidades millonarias a personajes y medios a cambio de difundir información conveniente y eliminar críticas. Eso resta independencia y debilita el esquema de una economía que le permita a las empresas de comunicación mantenerse a flote.
El papel social de los medios, como instrumentos de denuncia y reivindicadores de ciertos grupos oprimidos o relegados, ha tendido a diluirse. Se hace necesario recuperar esa conciencia de “utilidad” para la ciudadanía.
Paradójicamente, la estrategia que hoy le resulta tan útil al presidente López Obrador, terminará por afectar en el futuro inmediato a la misma sociedad que, con todo y redes sociales, requiere la interlocución del periodismo profesional. Los procesos para corregir errores no pasan por la eliminación total del sujeto; eso es algo que no ha entendido la 4T.
jonasn80@gmail.com / @JonasJAL