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AMLO, Alfaro y el segundo piso para López Mateos

La semana pasada, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) contó cómo surgió el segundo piso del Periférico en la Ciudad de México. En una cena con la comunidad judía en 2001, cuando era jefe de Gobierno, el constructor David Serur -fallecido hace dos años- se lo propuso.

Según el Presidente, el proyecto, encargado originalmente por “El Tigre” Emilio Azcárraga Milmo y rechazado por Carlos Salinas de Gortari, se mantuvo archivado por años. Hasta que AMLO le pidió a su amigo “desempolvar” la propuesta. “De ahí formamos un grupo con el ingeniero Serur y como estructurista el ingeniero José María Riobóo, que es de lo mejor”, dijo AMLO con un timbre de orgullo. Así nació el trazo elevado de 12 kilómetros financiado con recursos públicos.

¿Por qué traigo a cuenta la anécdota? La idea de un segundo piso para Avenida López Mateos surgió del Gobierno federal. Concretamente de Jorge Nuño Lara, titular de la SCT, durante su visita a Jalisco en diciembre pasado.

En esa ocasión, Enrique Alfaro expresó su agrado, pero fue cauto: “La solución de un segundo piso es la más conveniente, pero no vamos a tomar una definición hasta que no se agote un proceso de diálogo ciudadano”.

En días recientes, Pablo Lemus deslizó una declaración que pasó desapercibida, pero que en mi opinión reveló el quid del asunto. El alcalde tapatío rechazó abiertamente un segundo piso vehicular “de cuota”. Ahí se centra el debate de fondo entre el Gobierno federal y el Gobierno de Jalisco: cobrar o no cobrar a los automovilistas.

Lo primero implicaría un modelo cuya denominación de origen tiene el sello naranja: concesionar la construcción y operación del viaducto elevado a un particular por 20 o 30 años. Es decir, el modelo vigente de hacer negocios privados transexenales con lo público: la Línea 4, la ampliación de la presa El Ahogado, A Toda Máquina, la rehabilitación de carreteras…

López Obrador jamás aceptará ese modelo. Simplemente porque presume que el tramo que él construyó en la Ciudad de México se hizo con dinero público, pero gratuito (sin cobro de cuota). A diferencia del tramo construido por Marcelo Ebrard y Peña Nieto en Estado de México -envuelto este último en escándalos de corrupción- y que se edificaron con inversión privada y esquema de cuotas. 

José María Rioboó, padre de los segundos pisos en México, también es el contratista privado favorito del Presidente. Su empresa construyó el segundo piso de la Ciudad de México en la opacidad por adjudicación directa.

En cualquiera de los dos supuestos, en todo caso, un segundo piso beneficia más al negocio privado que a la ciudad. La disputa sólo sería: ¿quién se quedará con el negocio?

Si lo analizamos, en la lógica del Gobierno de Jalisco tiene cierta “congruencia” exigir que quien posea un automóvil pague por usarlo. Bajo ese supuesto impulsa la verificación vehicular.  

Bajo la lógica de AMLO, un segundo piso gratuito es un negocio para sus amigos disfrazado de solución vial y “obra social” porque no cuesta.

La visión de ambas esferas de Gobierno queda clara y se opone a la postura de activistas, colectivos y especialistas, que rechazan más infraestructura para el auto. Ojalá el bloque ciudadano frene la idea absurda de un segundo piso para López Mateos cuando en abril el Gobierno decida -porque Alfaro y AMLO tienen la última palabra- cuál es la solución. 
 

jonathan.lomelí@informador.com.mx

Jonathan Lomelí
 

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