AMLO, Alfaro y Zapotillo
Una de las definiciones de la política es “el arte de cambiar de opinión de acuerdo con las circunstancias”. Si en algo se parecen Andrés Manuel López Obrador y Enrique Alfaro es en esa capacidad para adaptar el discurso a lo que venga, sin memoria ni remordimiento. Para ellos la política es un eterno presente, lo cual los hace muy eficientes en su forma de sobrellevar el día a día y muy inestables para construir futuro. Ambos llegaron con grandes expectativas, entre otras cosas porque siempre dijeron lo que la gente quería escuchar, y han ido dejando el camino empedrado de promesas incumplidas.
El presidente anunció que viene el fin de semana a revisar el avance de la presa del Zapotillo. En realidad, no hay nada que revisar: la presa está igual que la última vez que estuvo ahí, detenida desde hace cinco años. Lo que tiene que analizar es qué hacer con una obra que está a medias, cuáles son las opciones y los costos de las posibles decisiones. A saber.
Terminar la presa con una cortina de 80 metros. Esta, que ha sido la salida política más recurrente, tiene algunos inconvenientes no sencillos de resolver. El primero es que la capacidad de captación no asegura agua para los tres destinos planeados: Guadalajara, León y las ciudades medias de los Altos de Jalisco. Habría que rehacer un convenio en el que todos pierden. El segundo es el costo, pues modificar la estructura de la presa para dejarla a 80 metros y construir los diques de protección para no inundar Temacapulín es prácticamente el mismo que construirla a 105 metros. Tercero, que el riesgo de una gran avenida pondría en riesgo a los habitantes de este poblado de cualquier manera.
Concluir la presa con la cortina a 105 metros. Esta opción implica inundar Temacapulín, lo que contraviene el discurso y la promesa de campaña de ambos. Si bien es cierto que contradecirse es algo que les importa poco, es un costo político que tienen que asumir, pues les genera conflicto con un grupo social que es parte importante de sus votantes en el estado.
Patear el balón. Si el cálculo del desgaste político es alto la decisión podría ser simplemente abrir procesos de consulta popular, patear el balón (una vez más) y concentrarse en habilitar la planta de bombeo en Purgatorio y obtener dos metros cúbicos por segundo más de agua para la ciudad usando la ya construida presa de El Salto.
No decidir. Aunque es poco probable que el presidente venga para no decidir, que no pase nada es una opción que, en un gobierno marcado por la obstinación y la ineficiencia de gestión, no podemos descartar.
La buena noticia, dentro del desastre que ha sido la administración alfarista en los temas de agua, es que tendremos certeza sobre lo que nos espera. Pero, si la decisión, sea la que sea, no se plasma en el presupuesto 2022, nos podemos olvidar del apoyo del gobierno federal para solucionar el problema del agua en Guadalajara al menos tres años más.
diego.petersen@informador.com.mx