¿A quién hacerle caso?
Dice el refrán popular que “Todo es según el color del cristal con que se mira”, y así es en los contrastes que se notan en la lucha contra las drogas. Desde una posición se lanzan amenazas de “invasión” militar y aplicación de aranceles si no nos aplicamos en el objetivo; por la otra se rinde “profundo respeto y admiración” por “enfrentar esta amenaza global”; otros, ante la lucha encarnizada que provocan entre quienes la fabrican y distribuyen, dicen que se exagera y todo proviene de “voces catastrofistas” y, por su parte, el gobierno de pronto empieza a dar resultados en la detención de delincuentes e incautación de droga con cargamentos históricos. El tema del narcotráfico “envuelve” a la sociedad, por las consecuencias que provoca en la salud y la violencia que genera en México y Estados Unidos -solo por hablar de nuestro entorno mediato-, y provoca muchos contrastes.
Es el tema de actualidad en la relación bilateral con nuestros vecinos, con el reclamo y la amenaza del presidente electo Donald Trump de frenar la “exportación” de fentanilo -además de la migración-, so pena de de aplicar un arancel del 25 por ciento a las importaciones desde nuestro país y la “posibilidad” -en caso extremo- de promover una “invasión” militar para acabar con los narcotraficantes y su “generoso” negocio. Y el contraste viene de la representación diplomática norteamericana acreditada en México, quien ayer reconoció el esfuerzo por combatir y distribuir fentanilo y otras drogas. Katia Stana, directora de la Oficina de Asuntos Antinarcóticos y Aplicación de la Ley de la embajada, reconoció a “los funcionarios mexicanos, su dedicación y compromiso para enfrentar esta amenaza global; son un ejemplo de liderazgo y trabajo en equipo”. Aquí la funcionaria habla de “trabajo en equipo”, cuando desde el gobierno federal se exige “colaboración y transparencia” (?).
Desde el secuestro, detención o entrega del “Mayo” Zambada a las autoridades estadounidenses - 25 de julio-, los enfrentamientos entre grupos delincuenciales en Sinaloa han provocado casi 600 asesinatos, secuestros, cierre de negocios e inestabilidad social -sobre todo en Culiacán-. Ante ese panorama, el gobernador del estado, Rubén Rocha Moya, se la ha pasado ignorando ante la prensa la gravedad de la situación y dando muestra de incapacidad para controlar la seguridad. Con motivo de su reciente tercer informe de gobierno culpó a las “voces catrastofistas”, y levantando la voz y haciendo aspavientos expresó que sus enemigos y la prensa exageran al decir “¿Qué está pasando, qué ocurre, qué pasa?”. Y el contraste es la realidad que se vive, porque además de los sangrientos resultados, se concreta el Sinaloa el decomiso de fentanilo más grande la historia -1,100 kilos-, en contradicción con el argumento que se ha emitido en varias ocasiones desde Palacio Nacional, de que en México “no se produce”.
De las amenazas pasamos a los reconocimientos y del reclamo a las “voces catastróficas” ahora nos vanagloriamos de los decomisos históricos. ¿A quién hacerle caso? ¿Usted, qué opina?
daniel.rodriguez@dbhub.net