Ideas

A cuatro voces

“Conviene recordar que, fresca todavía la tinta de la impresión del Quijote, en la primera mitad de 1605 salieron para América cientos de ejemplares de la novela. Irving Leonard cuenta como doscientos sesenta y dos fueron, a bordo del Espíritu Santo, a México, y que un librero de Alcalá, Juan de Sarriá, remitió a un socio de Lima sesenta bultos de mercancía que viajaron en el Nuestra Señora del Rosario a Cartagena de Indias y de allí a Portobelo, Panamá y El Callao hasta llegar a su destino. Se perdieron en todo el trayecto varios bultos, pero así comenzó el Quijote su andadura americana.” 

El párrafo liminar es cita de la presentación de la edición conmemorativa del cuarto centenario de Don Quijote de la Mancha, hecha por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (2004). Cuatrocientos diez y seis años después de aquel viaje a México de los 262 ejemplares del Quijote, Guadalajara fue nombrada por la Unesco Capital Mundial del Libro durante 2022. El mérito que la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, por recomendación del Comité Consultivo de la Capital Mundial del Libro, vio en la Perla de Occidente fue “el plan integral de políticas en torno al libro como concepto para desencadenar el cambio social, combatir la violencia y construir una cultura de paz para sus ciudadanos”. “El programa propuesto por Guadalajara se centra en tres ejes estratégicos: la recuperación de los espacios públicos mediante actividades de lectura en parques y otros espacios accesibles; la vinculación y cohesión social, especialmente a través de talleres de lectura y escritura para niños; y el fortalecimiento de la identidad de barrio mediante las conexiones intergeneracionales, la narración de cuentos y la poesía callejera”. (Las citas provienen de: diadellibro.eu, en donde se asienta que se basaron en documentos de la UNESCO World Book Capital).

En la edición ya referida del Quijote, Margit Frenk, mexicana, filóloga, hispanista, publicó un comentario en el apartado “La lengua de Cervantes y el «Quijote»”: “Cada día vamos sabiendo más sobre la lectura en la España del Siglo de Oro. Es un hecho probado que todavía entonces, como en la Antigüedad y en la Edad Media, la mayor parte de las lecturas se hacían en voz alta, frecuentemente frente a grupos de personas, de cualquier clase social. No tenían que ser analfabetas; sencillamente la gente acostumbraba a que lo escrito le entrara por el oído, más que por la vista; lo mismo la poesía que los cuentos, que los libros de caballerías, las crónicas; también las cartas, los tratados, los ensayos y otro tipo de obras. La lectura era muchas veces un acontecimiento social e involucraba al oído, a la vista, a la percepción de los demás oyentes y de quien leía; además podía traer consigo la participación de la gente en el «espectáculo» de la lectura. La invención de la imprenta no cambió las cosas de cuajo, como se pensaba hasta hace poco”. 

Es una gran cosa que Guadalajara sea por un año la capital mundial del libro, y más que alrededor de uno de los mejores inventos de la humanidad se plantee afianzar los vínculos comunitarios, o de plano crear nuevos en zonas de la metrópoli donde el miedo y el recelo han sentado sus reales. Lo que Margit Frenk nos cuenta sobre la lectura en el Siglo de Oro, entre el XVI y el XVII, parecería esbozar un paisaje idílico, comunidades romantizadas, mansamente congregadas alrededor de un libro siendo leído en voz alta. Qué bien le vendrá a Guadalajara que, por lo pronto en 2022, cada atardecer, atestigüemos grupos de gente embelesada ante la palabra hablada. Signo de paz o de la paz posible. En el libro ya citado, conmemorativo de los cuatrocientos años del Quijote, Mario Vargas Llosa aportó un artículo “La invención del «Quijote»” y nos da un imagen más detallada de la sociedad de entonces: “La literatura caballeresca que hace perder los sesos al Quijote (…) es una respuesta genuina, fantasiosa, cargada de ilusiones y anhelos y, sobre todo, de rechazo, a un mundo muy real en el que ocurría exactamente lo opuesto a ese quehacer ceremonioso y elegante, a esa representación en la que siempre triunfaba la justicia, y el delito y el mal merecían castigo y sanciones, en el que vivían, sumidos en la zozobra y la desesperación, quienes leían (o escuchaban leer en las tabernas y en las plazas) ávidamente las novelas de caballerías.” 

¿Las sociedades de entonces? Quizá las de siempre, y los libros haciendo su labor, discretos, constantes, íntimamente eficaces. Y Guadalajara es una ciudad de libros, de escritoras y escritores, de estupendos hacedores de libros y, eso sí, de pocos mercaderes de libros; a lo mejor la titularidad mundial que le fue otorgada abarca considerar y reconocer que las editoriales de acá hacen lo suyo muy bien, también las imprentas de alta calidad que tenemos, como las mujeres y los hombres autores, que contra lo que sea no dejan de practicar su arte. ¿Tendrán este año una vitrina como la que nunca han tenido? Porque las intenciones de convertir al libro en un aliado para perseguir la paz, al menos cierta tranquilidad, podría quedar en un impulso efímero, y evaluado a la luz de los objetivos planteados: decepcionante, pues para eso necesitamos sí al libro, pero también un montón de otras cosas, por ejemplo, un sistema de justicia aceptable. En cambio, si además se hace visible lo que Guadalajara sí es por-desde-con los libros, gracias a las y los autores, editores, imprentas, universidades, el gobierno editor, los comerciantes y los lectores, el resultado será duradero, motivo de orgullo local y, en una de esas, comienzo del fin de las tribulaciones que la violencia, la impunidad y la pérdida de capital social nos han acarreado. Por cierto, ¿alguno de los ejemplares del Quijote que llegaron a México en 1605 habrá atracado en la Perla?

agustino20@gmail.com

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