4 mil 200 víctimas sin identificar
Casi cuatro mil 200 víctimas y segmentos humanos resguarda el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) en sus refrigeradores, mismos que a la fecha no han sido entregados a sus familias.
Hay cuerpos completos, algunos pre identificados por nombre y apellido, y cuerpos que aun sin ello, muestran señas particulares con las cuales podrían ser identificados por sus seres queridos.
Un tatuaje por aquí, una cicatriz por allá; algunos incluso todavía cuentan con las prendas de ropa o zapatos con las que ingresaron al instituto.
Los datos son parte del Registro de Personas Fallecidas sin Identificar, que comenzó a operar en octubre de 2019, luego del estallido de la crisis forense tras la revelación de un par de tráileres refrigerantes en los que guardaban los restos de más de 400 personas.
Entonces había 814 descripciones, 814 víctimas. Desde entonces la cifra ha crecido casi cinco veces. ¿Cuáles son los trabajos emprendidos para dar celeridad a la identificación de los cuerpos?
Considerando que diariamente entran al Semefo seis víctimas de homicidio, más las muertes por percances viales, más las decenas de víctimas extraídas de fosas clandestinas... en lugar de que el número de cuerpos y segmentos sin identificar disminuya, va al alza.
Las y los peritos y médicos forenses trabajan a marchas forzadas, e incluso en al menos dos ocasiones han manifestado trabajar bajo protesta, pues los horarios son extenuantes y las vacaciones casi nulas ante la necesidad de realizar los exámenes genéticos para las confrontas con las familias.
Otro punto por el cual el número incrementa es porque los cuerpos no pueden entregarse sino hasta que están "completos".
El crimen organizado ha superado los límites de toda crueldad. Sus integrantes saben que, al no haber cuerpos que den vista de un crimen, mayor será la probabilidad de quedar impunes.
Entonces no solo desaparecen a sus víctimas, sino que las segmentan y las abandonan, muchas veces en fosas clandestinas, en bolsas plásticas en las cuales ni siquiera los dejan completos. Puede haber una cabeza, un torso, un brazo, un pie, pero en la mayoría de los casos nunca en una misma bolsa.
De ahí que el personal del IJCF debe hacer a cada pieza una toma de ADN para conformar, como si de un rompecabezas se tratara, de rearmar a las víctimas.
En lo personal, de los puntos más tristes que he visto y documentado, son las familias quienes con dibujo en mano de la silueta de un cuerpo, van tachando, coloreando o subrayando con marca textos las piezas que van encontrando en cada visita al Semefo, luego de ver cientos de piezas cada semana hasta identificar las que probablemente corresponden a sus seres queridos, con el objetivo de pedir que a esas se les practiquen los cruces de ADN y con el riesgo de que no sean. Y así pueden pasar por más de dos años.
Así ha pasado con los jóvenes trabajadores del callcenter de Zapopan, que apenas el pasado fin de semana comenzaron a ser entregados a sus familias, pues todavía no se terminan de practicar las pruebas genéticas a las piezas en las que fueron encontrados.
¿Por qué no es esto un escándalo? ¿Nos habremos de acostumbrar al dolor de las familias quienes deben pasar por esta dolorosa situación para exigir un alto a las autoridades a fin de que encuentren, detengan y desarticulen a las bandas criminales quienes se encargan de la desaparición de personas, y de segmentarlos, embolsarlos y enterrarlos?
Porque no hemos de olvidar que son personas quienes llevan a cabo estas prácticas, personas quienes tienen (o tuvieron) una familia, madre, padre, hermanos o hijas, y quienes de alguna forma fueron desensibilizados para llevarlas a cabo. ¿Hasta cuándo va a parar?