22 de abril… memoria corregida
El jueves pasado en el Colegio de Jalisco se presentó el libro Testimonios sobre una herida abierta, ecos y voces a 25 años de las explosiones de abril de 1992 en Guadalajara, de José Federico Eufracio Jaramillo. El autor, periodista, nos presenta siete entrevistas con protagonistas de aquella época que, a un cuarto de siglo de distancia reflexionan y plantean su visión de aquellos días tristes.
La virtud del libro, editado por El Colegio de Jalisco y MAPorrúa es presentar las versiones, las entrevistas, en crudo de manera que el lector pueda observar claramente las contradicciones entre quienes vivieron el hecho desde las instituciones (Enrique Dau Flores, presidente municipal; Ignacio Morales Lechuga, Procurador General de la República y Javier Jiménez Espirú, sub director Comercial de Pemex) los que las vivieron en campo (Gualberto Limón Macías, director del SIAPA; Trinidad López Rivas, jefe de Bomberos de Guadalajara y Andrés Cortés Landázzuri, director de la Línea 2 del Tren Ligero) y quienes fueron las víctimas del suceso (Lilia Ruíz Chávez, lideresa del movimiento de damnificados).
La riqueza está sin duda en las contradicciones. Mientras Morales Lechuga sigue instalado en la hipótesis del “agujerito”, Jiménez Espirú la desbarata de un plumazo: si eso hubiese sido cierto hubiesen coexistido en el colector simultáneamente gasolina y diésel, pues el ducto se usaba indistintamente para trasportar ambas cosas. Lo que queda claro en el libro es que lo que había en el colector era gasolina y que el personal de Pemex que se presentó en el lugar sin que nadie lo llamara y negó su identidad como personal de la paraestatal (lo refiere el mayor Trinidad López Rivas en la entrevista y lo viví yo en carne propia, junto con Alejandra Xanic la tarde del 21 de abril) sabían lo que estaba sucediendo.
Se agradece la sinceridad, aunque sea 25 años después, pero eso le costó ocho meses de prisión a personas que nunca debieron ir a la cárcel
En la presentación Morales Lechuga reconoció que hubo excesos en el ejercicio de la acción penal. Se agradece la sinceridad, aunque sea 25 años después, pero eso le costó ocho meses de prisión a personas que nunca debieron ir a la cárcel. La lógica con la que actuó el entonces procurador es verdaderamente absurda. Dice que hubo negligencia criminal por corrupción en varios niveles y que por eso fueron a la cárcel desde personal de Pemex hasta personal del SIAPA, pasando por el entonces presidente municipal, Enrique Dau, y quien fungía como secretario de Desarrollo Urbano y Rural, Aristeo Mejía, que merecen al menos esa disculpa, aunque sea tardía. Pero la argumentación de Morales Lechuga es tan absurda como plantear que después de que alguien disparó contra otra persona se actúe contra los paramédicos de la Cruz Roja que llegaron tarde, y contra los médicos del hospital que no salvaron la vida del herido. El acto criminal es de quien disparó, como en el 22 de abril es de quien vertió la gasolina al colector, no de quien después no hizo lo que tenía que hacer porque no tenía la información de lo que estaba sucediendo.
Hace quince años, Juan Carlos Núñez, Sergio René de Dios y yo obtuvimos un testimonio, con la reserva del nombre, de un trabajador de Pemex que dijo que se había vertido la gasolina al colector para evitar que se descubriera el robo en una auditoría. Esa versión nunca fue explorada judicialmente porque, tristemente, ni una década ni un cuarto de siglo después, la verdad importa muy poco.