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2024, ¿elecciones o soluciones?

Justo cuando acaban de concluir las precampañas en Jalisco y las leyes electorales indican que será hasta marzo que volvamos a la contienda electoral ya en campañas formales, conviene recuperar la pregunta básica del proceso que a los ciudadanos comunes nos conduce a la votación del 2 de junio: ¿Vamos a elegir o solucionar?

Estamos citados a acudir a votar el primer domingo del mes de junio. Ese día, si contamos con la credencial con fotografía que nos entrega el INE, y si aparecemos en el listado nominal, nos entregarán las papeletas para decidir a quién queremos en la Presidencia del país, en la gubernatura y en la alcaldía. También será posible votar para la integración del Senado, de la Cámara de Diputados y del Congreso del Estado.

Las más añejas mediciones indican que el ciudadano promedio tiene presentes a los candidatos a la Presidencia, a la gubernatura y los menos, a la presidencia municipal. Sobre senadores y diputados, se vota más inercialmente por marcas partidistas y coaliciones.

En este texto no pretendo abundar en las tendencias electorales. En ello se ocupan muchas plumas y empresas encuestadoras. Propongo, sí, abundar en la razón del voto.

Parto de una cuestión fundamental: ¿Por qué votar?

Explico: el ejército de candidatas y candidatos que ocuparán los espacios públicos durante las campañas llegará al espacio público con una carga enorme de propuestas para los más diversos problemas sociales. Pero sobre todo, aprovecharán cada segundo de tiempo público, cada oportunidad de expresarse, para atacar a quienes han ejercido el Gobierno hasta ahora. Será una cascada de ataques y acusaciones contra los que ocupan espacios de poder; será también una avalancha de análisis simples para explicar una realidad que, como todos conocemos, es mucho más compleja e intrincada que lo exhibido en unas cuantas frases y videos. Y después, como remate, pedirán el voto.

Después de ese voto, vendrán las soluciones, la mejoría. El cambio. Que se supone, es un cambio para mejorar.

Y cosa irónica: todos y todas hacen lo mismo. Se atacan, se descalifican y se ofrecen como la mejor, la única opción de solución.

Alguna vez, en ese interminable intercambio de puntos de vista que son las redes sociales, leí el mensaje de una persona que anunciaba: voy a votar por quienes me han dado algún beneficio.

Esa breve expresión nos recuerda que en las contiendas democráticas, aunque las instituciones que las organizan nos recuerden que detrás están ideales como la libertad, el derecho de votar y ser votado y la construcción de la sociedad, lo que finalmente moldea resultados y triunfo electorales es el más llano y pragmático interés de obtener una ganancia. Un beneficio.  

Ese interés es mucho menos brillante y etéreo que los ideales teóricos. Pero es lo que rige el orden social, la distribución de presupuestos y en suma, el reparto del poder.

En 2024, debemos recordar, porque así ha sucedido en todas las elecciones que preceden a la de este año, los ciudadanos tenemos el derecho de votar para determinar, por mayoría, a las élites que gobernarán, distribuirán los presupuestos y tomarán decisiones limitadas sobre cómo proponer soluciones para realidades complejas.

Es una visión más disminuida en comparación con el discurso. Pero es más realista.

Se elegirán autoridades. Punto.

Las soluciones dependen de cuestiones mucho más complicadas que un voto.

jonasn80@gmail.com / @JonasJAL

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