1994 y el mito Colosio
Como nos tienen acostumbrados, tanto Bernardo Loyola (productor) como Diego Enrique Osorno (director) hicieron en 1994, la serie de televisión sobre el año fatídico, un trabajo extraordinario. Sin embargo, al igual que otras series que rememoran lo sucedido hace un cuarto de siglo en nuestro país parten de un mito que nadie cuestiona. Esta premisa que sustenta, y a mi juicio impide hacer un análisis crítico del año que vivimos en peligro, es que Luis Donaldo Colosio era un demócrata y, por tanto, todo lo sucedido alrededor de su asesinato tiene que ver con ello.
Los políticos, dice Alberto Ruy Sánchez, son como el cine mudo: lo importante no es lo que dicen sino lo que hacen. El mito del Colosio demócrata tiene que ver fundamentalmente con el discurso del 6 de marzo y, en la serie de 1994, la idea se refuerza con la actitud que tuvo el entonces presidente del PRI ante la elección de Baja California el 2 de julio de 1989 en la que, por primera vez, a un partido distinto al PRI, en ese caso al PAN, se le reconoce el triunfo en una elección para gobernador. Sin embargo, ese mismo día, en Michoacán, el mismo PRI con el mismo líder atropelló de manera impúdica y despojó de la gubernatura al PRD en lo que fue su primera participación con esas siglas. La elección fue un cochinero. Además de robo de urnas, actas falsificadas, urnas embarazadas, carruseles y todo el catálogo usual del fraude, Pascal Beltrán de Río reportó en Proceso que se encontraron rollos de boletas electorales tachadas por el PRI dentro de las cajas de pollo, mismas que bautizó como “Pollo a la boleta”. El operador de esa elección fue nada menos que Roberto Madrazo y el conflicto poselectoral, en el que hubo muertos, terminó con la primera de las llamadas “concertacesiones”.
Los políticos son como el cine mudo: lo importante no es lo que dicen sino lo que hacen
¿Cuál es el verdadero Colosio: el autoritario de Michoacán o el demócrata de Baja California; el del discurso del 6 de marzo o el presidente del PRI que imponía candidatos y operaba la destitución de gobernadores que no eran afines a Salinas?
Es posible, no lo dudo, que el candidato haya tenido una revelación y una conversión democrática a raíz del alzamiento zapatista, pero en todo caso no tuvo tiempo de demostrarlo por el artero asesinato de Lomas Taurinas. A Luis Donaldo Colosio lo vi sólo dos veces, ambas entre el discurso del 6 de marzo y la tarde del 23 del mismo mes. La primera me dio la impresión de una campaña hecha un desastre, con un candidato incómodo y malhumorado. Luego me enteré, por Federico Arreola, que aquella tarde en Guadalajara Colosio había discutido fuertemente con su jefe de seguridad, quien le impedía acercarse a la gente. La segunda, al día siguiente en las oficinas de Siglo 21 donde vi un candidato nervioso pero también, en la medida que se fue relajando, apareció el político hábil, cautivador, capaz de adaptarse a la circunstancia.
Un cuarto de siglo después urge revisar lo que pasó en aquel año fatídico, con la distancia de la historia, pero sobre todo despojados del mito colosista que, como una capa de niebla, distorsiona la interpretación de lo sucedido.
(diego.petersen@informador.com.mx)