15%
Antes de abordar el tema del incremento salarial que entrará en vigor en enero del año entrante y que considero una muy buena noticia, quiero referirme a dos asuntos. El primero tiene que ver con el asesinato de Aristóteles Sandoval, un político jalisciense que fue diputado, presidente municipal de Guadalajara y gobernador de Jalisco. Lo lamento, por la pérdida y el dolor que esto causa a su familia, pero también por los altísimos niveles de violencia e inseguridad en el Estado. Es difícil, lo sabemos, pero ojalá, ojalá se esclarezca, que se sepa exactamente qué pasó y que los responsables rindan cuentas ante la justicia.
Esta noticia ha consternado a propios y extraños, porque además deja en evidencia una realidad que las autoridades en Jalisco tienen que enfrentar en lugar de estar buscando cómo responsabilizar a otros.
Y sobre esta proclividad a señalar a otros en lugar de cumplir con lo que toca, el otro asunto que urge y en el que tenemos mucho que ver nosotros, como ciudadanos, es el cuidado y las precauciones con respecto a la pandemia. Si bien el gobernador dijo hace unos días que no había ninguna medida que tomar refiriéndose a cierres o restricciones, la Secretaría de Salud del Gobierno del Estado sí emitió un comunicado en el que solicita a la población que no se hagan posadas, ni fiestas navideñas que superen las 10 personas. La pandemia existe, afecta a todo el mundo y en México se ha recrudecido, Jalisco no es la excepción. Ojalá que las autoridades dejen de hacer comparaciones inútiles, sin sentido, electoreras y se enfoquen en el entorno inmediato dentro de su esfera de responsabilidades. Por favor.
Ahora bien, sobre el salario. Desde hace años, como muchos otros, he insistido en la urgencia de que en México se recupere la capacidad del poder adquisitivo. En 2008, cuando aquella pandemia, mientras en otros países de América Latina se optaba por incentivar el mercado interno aumentado los ingresos de las personas, vía salarial y reducción de impuestos, en México, con Felipe Calderón en la Presidencia, se hizo lo contrario. Lo critiqué entonces y reitero ahora que esa no es la solución, para quienes desde ya se desgarran las vestiduras por la decisión de aumentar el salario mínimo en México con la idea, desde diciembre de 2018 para acá, de recuperar el terreno perdido sobre todo del sexenio de Luis Echeverría Álvarez hasta hace dos años.
Quizá sirva recordar que México es uno de los países en el mundo con salarios más bajos y donde los trabajadores laboran más horas que en ninguna otra nación. Y que no salgan con que la productividad y bla bla bla, esa es una responsabilidad de la clase empresarial; la productividad se debe incentivar desde adentro de los negocios y no soslayarla sólo porque si alguien deja el empleo, es fácil sustituirlo con el que sigue en la fila interminable de personas desempleadas en México y con necesidades apremiantes. Ojo.
Que la gente gane más significa que gastará más, que invertirá ese dinero en la resolución de sus necesidades básicas y urgentes, consumirá y esos recursos se integrarán al dínamo de la economía, ¿es tan difícil de entender? Pensaría que no, pero luego veo las cifras de la OCDE de que en México ganan más los accionistas que los empleados en contraste con los demás países miembros de esa organización, y entonces pienso que sí y en la mezquindad de una buena parte de la clase empresarial en México, justo la que más se queja del incremento al mínimo de 15% para seguir con la recuperación paulatina del poder adquisitivo de los trabajadores en el país.
El salario mínimo pasará de 123.22 a 141.70 pesos diarios, se trata de 18 pesos más que ni siquiera alcanzan, por ejemplo, para tomar dos camiones en Guadalajara en un día; la tarifa es de 9.50 y, dicho sea de paso, es carísima para un transporte tan deficiente e insuficiente como el que tenemos. Esto en casi todo el país, menos en los estados de la frontera norte, donde pasará de 185.56 a 213.39 pesos.
Con este incremento, México avanzará ocho posiciones en el ranking internacional de salarios, aunque todavía estamos muy abajo: lugar 76 de 135. Hubo un tiempo (1980) en el que México ocupaba el lugar ¡12! entre esos mismos 135 países, con José López Portillo, pero empezó a caer sin remedio ante la inmovilidad y ceguera ficticia de quienes se han enriquecido como defensores de los trabajadores: en 1990 cayó al lugar 30, con Carlos Salinas de Gortari, sí, el personaje que algunos extrañan al punto del delirio; en 2000 al lugar 48 entre el final de la gestión de Ernesto Zedillo y el principio de Vicente Fox y en 2010, con Felipe Calderón, cayó 33 lugares más para ubicarse en el sitio 81. ¿Y hoy hay quienes se desgarran las vestiduras porque se está revirtiendo esa tendencia? De verdad que no lo puedo creer, los niveles de inconsciencia y de egoísmo son descomunales. No sé qué gusto hallan en escupir para arriba.
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