* “Palo dado”
La decisión de sustituir la Liga de Ascenso por una Liga de Desarrollo, y suprimir, por consiguiente, el descenso anual de un equipo de Primera División -la hoy denominada Liga MX- al “purgatorio”, como antaño se le denominaba, es, prácticamente, un hecho: el consabido “palo dado” que ni Dios quita.
Hubo, desde que se vislumbraba la maniobra, alaridos de indignación y desgarramientos de vestiduras al por mayor. Hubo múltiples llamados a “reconsiderar” el acuerdo de los dirigentes de la Federación… y de la mayoría de los clubes de la propia Liga de Ascenso. Hubo alegatos a favor del estímulo que supuestamente representaba el ascenso, y del acicate que representaba la amenaza del descenso. Hubo, incluso, voces ordinariamente sensatas, que se sumaron a ese clamor…
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Vale recordar, en plan de poner los puntos sobre las correspondientes íes, que la Segunda División -su denominación original- surgió a mediados del siglo pasado, unos cuantos años después de la aparición del profesionalismo en el futbol mexicano.
El Toluca fue el primer equipo que ascendió, y nunca ha perdido la categoría. En cambio, la lista de equipos que consiguieron el ascenso pero fueron incapaces de conservar el rango -por la sencilla razón de que llegaron a lo que El Principio de Peter denomina “su nivel de incompetencia”- es muy extensa. Quince botones de muestra: Irapuato, Zamora, Nacional, Celaya, Ángeles de Puebla, Toros-Neza, Potosino, La Piedad, “Tecos”-UAG, Universidad de Guadalajara, Unión de Curtidores, Colibríes de Cuernavaca, Dorados de Sinaloa, Jaguares de Chiapas y Lobos BUAP.
Hay otra lista, de más de 60 equipos, que pasaron por ese circuito con más pena que gloria y han sido sepultador por el polvo del olvido. Y hay otra, más extensa aún, además de ominosa: la de los “héroes por un día” que consiguieron el ascenso… y fueron sustituidos inmediatamente por otros entrenadores y jugadores.
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A quienes se han inconformado porque la medida frustró la posibilidad de que la Universidad de Guadalajara siguiera intentando el ascenso, cabría preguntarles, primero, qué tan prioritario -o tan superfluo- para una entidad que vive de dinero del pueblo puede ser incursionar en el deporte profesional; y después, en caso afirmativo, si estaría en aptitud de alternar en la gran industria en que el futbol se ha convertido, sin tomar fondos de las arcas públicas para ello, ni desatender su función específica, esencialmente vinculada con la educación.