* Otros tiempos...
A guisa de anécdota: para participar en el primer Campeonato Mundial de la historia (Italia-1920), la Selección mexicana hizo el viaje… en barco. Lo hizo, además, en el mismo buque —el “Orinoco”— en que también viajaba la Selección de Estados Unidos a la que se enfrentaría en un partido preliminar. Enterado de que los estadounidenses entrenaban en la cubierta, un “espía” fue a observarlos… “No hay problema —reportó a sus superiores—: están jugando beisbol”… Ya en Roma, los “beisbolistas” ganaron por 4-1 (goles, no carreras), con un estadounidense de raíces italianas, Aldo Donelli, en plan de verdugo.
En efecto: al menos en lo que a la transportación de los equipos de futbol respecta, mucho han cambiado los usos en los casi cien años transcurridos desde entonces…
Mientras los jugadores del Monterrey —obligado botón de muestra— se desplazaban hasta el otro lado del planeta para participar en el Mundial de Clubes disputado la semana pasada, el América velaba armas para la Final del Torneo de Apertura, a resolverse entre jueves y domingo próximos.
Decidieron jugar el partido por el tercer lugar con el cuadro “B”, y enviaron de regreso a México a nueve de los que serán titulares
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Sin materia prima suficiente para llenar los espacios, los especialistas especulaban: ¿los jugadores del Monterrey se verán afectados por el largo viaje…? ¿O será acaso el América el perjudicado por las dos semanas de inactividad a que lo condenó el irrenunciable compromiso del rival…?
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En el caso del Mundial de hace casi 100 años, la derrota ante Estados Unidos se atribuyó a que los mexicanos no entrenaron debidamente, y sí, en cambio, descuidaron su alimentación durante el largo viaje. En el del Monterrey, fue del dominio público que, tras la derrota en el partido ante Liverpool —que sería campeón—, sus dirigentes decidieron jugar el partido por el tercer lugar con el cuadro “B”, y enviaron de regreso a México a nueve de los que casi seguramente serán titulares en los enfrentamientos con el América, para disminuir el impacto del largo viaje, los cambios de horario, etc.
A reserva de que los hechos lo desmientan, es muy probable que el tiempo demuestre que, en las condiciones en que lo realizaron, el viaje de los reyneros hasta las antípodas, como dijera el clásico, “ni los perjudique ni los beneficie… sino todo lo contrario”.
Poco habrá de vivir quien no esté aquí para comprobarlo.
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(Dicho lo cual, sírvase, lector amable, pasar una Feliz Navidad en compañía de sus seres queridos).