-Ofensas
Una ofensa desdice más de quien la lanza que de su destinatario. El epíteto que en días pasados utilizó un comediante que acostumbra caracterizarse de payaso, sin serlo, desató, en los medios de comunicación y en las redes sociales, una tolvanera de opiniones al cabo de la cual difícilmente quedará algo más que los ecos del ruido de las primeras reacciones.
-II-
De entrada, cabe recordar que, en México, ningún Presidente se ha escapado de pasar por la áspera criba de la ironía o la diatriba. Sin necesidad de hurgar en el inabarcable catálogo de las groseras humoradas que les ha dedicado la “vox populi”, basta recordar que, de los relativamente recientes, alguno inspiró una inagotable serie de crueles chistes alusivos a las supuestamente escasas luces de su inteligencia. A otros se les dedicaron chanzas hirientes por su frivolidad o su incultura. Peor aún les fue en la danza a los que se tildaba de tibios, incompetentes… o, de plano, rateros.
En muchos de aquellos casos, las críticas denotaron dos virtudes de sus autores: conocimiento de causa y sentido del humor; talento e ingenio, pues. En el que se ha vuelto noticia, el epíteto con que su autor se refirió al Presidente López Obrador, sin ser una injuria mayúscula, del género de las escandalosas y de la especie de las legalmente punibles, denota, simplemente -como lo señaló muy bien el padre Alejandro Solalinde al comprar (innecesariamente) el pleito-, la vulgaridad que caracteriza tanto a su autor como a otros ciudadanos de este país que creen ganarse honestamente la vida desgranando “ajos” a granel y desperdigando chascarrillos de mal gusto (siempre en el entendido de que “sobre gustos no hay nada escrito”).
-III-
El aspecto noticioso del asunto no está en que el Presidente acusara los perniciosos efectos del daño moral que supuestamente le habría causado la ofensa, ni en las improbables consecuencias legales que el exabrupto hubiera tenido para su autor…
Lo llamativo, como ya se apuntó, fueron las reacciones: las expresiones, decididamente injuriosas, que los críticos del Presidente, de su propia cosecha, le dedicaron…, y las réplicas, de la misma naturaleza y de similar intensidad, con que ripostaron sus defensores a ultranza.
Fue una competencia de improperios, de estilo tabernario. Fue la cosecha de la semilla de “el que no está conmigo está contra mí”, que sembró y que metódicamente ha cultivado, regándola todos los días, la actual administración.
Eso siembras, eso cosechas…