* Ni A ni B
Etiquetar como “A” al seleccionado mexicano que venció el viernes a Chile en San Diego, y como “B” al que enfrentará hoy a Paraguay en San José, en el cerrojazo de la Fecha FIFA que marca el debut de Gerardo Martino como timonel del “Tri”, es impropio. Pretender que el viernes jugaron los titulares y hoy lo harán los suplentes, más impropio aún.
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Que en el primer equipo incluyera mayoritariamente a jugadores “europeos” -Ochoa, Moreno, Guardado, Lozano, Jiménez, Salcedo y Layún (aunque estos últimos se incorporaron recientemente a equipos mexicanos), más Lainez y el “Chicharito” que ingresaron cuando el partido ya estaba resuelto- es sintomático de que el “Tata” tomó en cuenta los antecedentes. Hubiera sido catastrófico debutar con una derrota nítida en la cancha y aplastante en el marcador, ante el rival que impuso a México, hace casi tres años, una de las mayores humillaciones de su historia, futbolísticamente hablando.
Hecha la tarea -con creces, además-, Martino, simplemente, asigna la responsabilidad de enfrentarse a Paraguay… a los jugadores que no jugaron -o sólo lo hicieron unos minutos- la otra noche.
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Tampoco cabe la interpretación de que se vio a Chile con respeto… y se ve a Paraguay con desdén. Viejo lobo de mar en el oficio como es, Martino seguramente asigna la misma seriedad a los dos compromisos. Si cambia radicalmente la alineación es porque se trata de la medida más pertinente, en parte para no establecer jerarquías -titulares y reservistas- a las primeras de cambio, y en parte para ver en acción, en la medida de lo posible, a todos los jugadores convocados para el inicio de su gestión.
Si Juan Carlos Osorio, en la “era” que culminó con el Mundial del año pasado en Rusia, insistía en que todos los jugadores tenían las mismas posibilidades de aparecer en las alineaciones, y que éstas dependerían de las peculiaridades específicas de los rivales, Martino, antes de pronunciarse en el mismo sentido o de suscribirse a la más ortodoxa fórmula de dar continuidad a un equipo, debe conocer a sus propios jugadores, para lo cual es imperativo que los ponga a jugar.
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Es poco probable que en la táctica o el estilo de juego haya diferencias significativas. Habrá que buscarlas al final, en el grado de acierto individual y colectivo, en el entendido de que no hay dos partidos iguales.