Ideas

* Mercenarios

Era previsible que la primera parte de la Final del Torneo de Apertura resultara intensa. Independientemente de que se disputa el título por antonomasia en el futbol mexicano, el duelo entre Monterrey y “Tigres” tenía el atractivo adicional de que, al enfrentar por primera vez a los equipos que se reparten las preferencias del público en una de las plazas más futboleras del país, el campeón —jugadores, dirigentes… pero, por encima de todos, sus simpatizantes— podrá preciarse de serlo, valga la expresión, “urbi et orbi”: de la ciudad y del mundo.

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Tampoco fue sorpresivo, ni mucho menos decepcionante, que el partido careciera de la brillantez que un alto porcentaje de los observadores esperaba…

Por lo mismo: es tanto lo que va de por medio en cotejos de esta índole, que resulta comprensible que la cautela prevalezca sobre la audacia; que tanto los técnicos, en las indicaciones preliminares, como los propios jugadores en su fuero interno, antepongan la precaución a la temeridad; que tanto los rayados, que se significaron por su arrojo en la fase clasificatoria del certamen, como los universitarios, de ordinario más conservadores en su estilo, pensaran, ya en la instancia definitiva del torneo, más en las fórmulas para no dejar jugar al adversario, que en las orientadas a jugar.

Al final de cuentas, eso de que los grandes equipos “juegan y dejan jugar”, es idealismo químicamente puro… Es literatura. Punto.

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Por lo demás, al margen del consenso de que la Final enfrenta, en efecto, a los dos mejores equipos de la Liga Mexicana, porque fueron los mejores en la fase clasificatoria y porque ya en la “Liguilla” confirmaron su jerarquía ante los rivales que les salieron al paso, sigue vigente el “pelo en la sopa” en que muchos observadores han reparado...

El jueves, la alineación inicial del Monterrey incluía un solo mexicano: el arquero Hugo González; después entraron Montes, Molina y Poncho González como reemplazos. Los “Tigres” alinearon a cinco mexicanos (Rodríguez, Ayala, Torres Nilo, Aquino y Dueñas) por seis extranjeros, más Sosa que entró de cambio casi al final.

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Los dos equipos están integrados mayoritariamente, pues, por jugadores extranjeros; por mercenarios, como se denomina —sin ánimo de ofender— a los soldados que defienden una causa sólo por dinero.

Colofón: es la primera Final del futbol mexicano en que, paradójicamente, la representación del futbol mexicano se limita a ser simbólica.

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