* Mal ejemplo
Para el futbol mexicano, particularmente, el futbol argentino ha sido, en gran medida, un modelo… Desde la profesionalización del deporte, a mediados de la década de los cuarenta del siglo pasado, Argentina ha sido, seguramente, el país del que han venido más jugadores y más entrenadores a los equipos mexicanos. Argentina es el país del que más jugadores extranjeros han llegado, cumplido el trámite legal de la naturalización, a la Selección mexicana. De Argentina proceden muchos futbolistas que aquí echaron raíces y tienen descendencia mexicana. De Argentina copiaron muchos clubes mexicanos, sistemas de entrenamiento, estructuras organizativas… y hasta cantos de las porras (rebautizadas “barras”… a la usanza argentina). El caló argentino ha permeado en el léxico de reporteros, narradores y cronistas mexicanos…
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Por lo demás, aunque esa influencia no fuera tan añeja y tan notoria, los duelos en que River Plate y Boca Juniors dirimirían el título de la edición 2018 de la Copa Libertadores -el equivalente, a nivel no sólo sudamericano sino continental, de la Champions League en Europa- necesariamente tendrían que causar en México al menos tanta expectación como un Barcelona-Real Madrid, verbigracia, o la Final de la citada Champions.
Resulta comprensible, con esos antecedentes, que en México se compartan los sentimientos que han generado los episodios que culminaron en la suspensión, sine diae, del River-Boca que sería histórico por cuanto sería también la culminación de una rivalidad más que centenaria.
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Por supuesto, sería injusto generalizar. Aunque la mayoría de los argentinos son futbólatras, no todos son fanáticos al extremo al que se ha llegado.
Lo más lamentable no es que la escalada de violencia entre los “barristas” haya desembocado en agresiones con proyectiles (como el sábado a inmediaciones del Monumental) o con gases (como hace meses en “La Bombonera”) a los jugadores rivales; ni que haya habido riñas tumultuarias, con heridos y hasta muertos en las gradas y en las calles; ni que se haya convertido en una norma que en los estadios se prohíba el acceso a los “hinchas” de los equipos visitantes…
Lo más lamentable es que -como compartió en las redes sociales Daniel Batistuta, antiguo jugador de la Selección argentina- se haya desperdiciado una ocasión quizás única, quizás irrepetible, para dar un ejemplo de civilidad al mundo, demostrando que el futbol es un juego… y que los aficionados son capaces de vivirlo y disfrutarlo como seres racionales.