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* ¡Leña…!

Puesto que hacer leña del árbol caído, sin ser exclusivo de este país de todos nuestros pecados, es uno de los deportes nacionales, se explica, aunque no se justifique, que los “chivos expiatorios” del fracaso -en toda la extensión del vocablo- de la Selección Sub-20 de México en el Mundial de su categoría que se disputa en Polonia, sean, en ese orden, Diego Lainez, José Juan Macías y Diego Ramírez.

Lainez, porque desde su debut con el América concentró los reflectores, fue calificado como “el Messi Mexicano”, y hubo quien consideró que su transferencia al Betis -un equipo de segunda categoría en la Liga española, en el que aún no alcanza plaza de titular- significaba su consagración como figura. Macías, porque su aportación fue importante en el proceso que hizo del León el mejor equipo de la temporada regular en el Torneo de Apertura recién finalizado, y se dio por hecho que en una Selección Sub-20 necesariamente sería figura descollante. Y Ramírez… porque “cuando un equipo se muere, el técnico es el culpable”.

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Las derrotas ante Italia, Japón y Ecuador fueron motivo más que suficiente para que hablaran pestes de los mexicanos… incluso muchos “observadores” que, con un ojo en la competencia doméstica y otro, de reojo, en la Selección que participará en la Copa Oro, apenas si estaban enterados de que el Mundial Sub-20 estaba en la agenda del futbol mexicano.

Como quiera, el hecho consumado es que ese capítulo ya se cerró, y que se hizo de manera lamentable. Ni siquiera queda el consuelo de que Italia es el campeón europeo, Japón el asiático y Ecuador el sudamericano de su categoría, mientras que México se limitó a ser subcampeón de la Concacaf, detrás de Estados Unidos. Tampoco aplica el pretexto de que la presencia mayoritaria de jugadores extranjeros en los equipos profesionales de México impide la aparición o dificulta el desarrollo de los jugadores nacionales.

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Quizá no del nivel de otros países que parecen ser canteras inagotables de talentos futbolísticos, pero México, por supuesto, produce futbolistas en la cantidad suficiente y de la calidad adecuada para tener participaciones más decorosas en competencias como la que se desarrolla en Polonia.

El fracaso obedece, a todas luces, a una planeación errática. Hay que buscar a los verdaderos culpables, por tanto, entre los dirigentes de la Federación y de la Comisión de Selecciones Nacionales.

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