Ideas

* Lecciones

Ni los que corretean en la cancha son ángeles, ni los que gritan en la tribuna son marcianos. Hechos del mismo barro que los demás mortales, ni quienes viven del deporte ni quienes mueren por él están exentos de contingencias como las que han sido noticia a últimas fechas…

Una, la que posiblemente acabó, en plenitud, con la carrera de Renato Ibarra. Otra, la que probablemente obligue a tomar decisiones como suspender competencias -desde la Copa Libertadores hasta (caso extremo) los Juegos Olímpicos, pasando por partidos internacionales amistosos como los de la próxima Fecha FIFA, y oficiales como los de los torneos europeos-, o disponer que se celebren “a puerta cerrada”; es decir, sin público.

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En el primer caso, es probable que lo que inicialmente fue un asunto de carácter judicial -las primeras acusaciones contra el jugador ecuatoriano del América son causales graves de delito-, se resolviera mediante un arreglo extrajudicial… La mejor parte de la historia estriba en que no se consumaron ni el feminicidio ni el aborto del que las supuestas agresiones constituyeron sendas tentativas. La peor, que quizá tanto la familia como la carrera futbolística de Renato sufrieron un quebranto del que difícilmente se recuperarán. Tangencialmente, la experiencia debería servir para que tanto la Federación Mexicana de Futbol como los clubes recogieran la inquietud dominante de las últimas semanas, y se sumaran a las campañas de concientización en contra de la violencia de género en cualquiera de sus formas... Eso, por una parte. Por la otra, que cambiaran las actitudes proteccionistas de los dirigentes con respecto a las conductas transgresoras de los futbolistas, por la exigencia de que se responsabilicen plenamente de sus actos; de que esas conductas -nada edificantes, nada ejemplares para quienes tienden a imitarlos-, llegado el caso, se sancionen con severidad.

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En el otro asunto, parece haber consenso en que el deporte no puede marginarse de las medidas profilácticas que dispongan las autoridades civiles, por drásticas que sean, para reducir el riesgo de contagio de enfermedades como la que actualmente amenaza prácticamente a todo el mundo. Sin incurrir en alarmismos -sin llegar al extremo de curarse en salud, se diría-, acatar, llegado el caso, las recomendaciones que ya comenzaron a aplicarse en otros países… aunque eso signifique privarse, transitoriamente, de la fiesta que para millones de personas representa concurrir a los espectáculos deportivos.

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