La izquierda es hoy casta domada
Que el mundo entero discuta sobre la situación en Venezuela no le produce ninguna comezón a la izquierda mexicana. Esa izquierda de cepa que hoy cobra en la administración federal, que tiene cómodos espacios en los partidos políticos ya no proscritos hoy se asume respetuosa de los gobiernos del mundo y de sus procesos políticos porque dice que hay una tradición que guardar y un ejemplo a seguir.
El ejemplo, naturalmente, lo pone el Presidente de la República. Ante esa guía, los combativos militantes de izquierda, esos que se hacían apresar por las libertades, que fueron a combatir a Nicaragua, que hincharon el pecho al gritar por sueños de una mejor vida, hoy guardan silencio sobre las políticas del Gobierno venezolano. ¡Convenientemente olvidan el impacto de esas políticas! No quieren aceptar que lo que está sobre la mesa es el hecho de que un pueblo rico fue conducido al hambre por autoridades que no tienen renovación periódica.
¿Qué pasó con ellos, los que enseñaron a protestar, a cuestionar a los gobiernos, a gritar que algo estaba mal? ¿Por qué se volvieron sumisos, pro status quo? ¿Qué poder les hace hoy morderse la lengua para no gritar que los venezolanos han sido lastimosamente defraudados por gobernantes que se han enriquecido a costa de engaños ideológicos?
¿Con qué licor fuerte pasan el trago de solidarizarse con un periodista deportado pero no con los hombres jóvenes y fuertes que el periodista filma en la cotidiana tarea de buscar comida en un camión de basura?
¿Con qué droga se atontan para argumentar que el hambre está politizada, que la película no está completa, que todo es una trampa, que la escasez de alimentos es un asunto interno? ¿Qué milagrosa medicina se toman para evitar el dolor de callar lo que siempre revelaron?
La izquierda mexicana, esa que combatió a la corrupción, a la guerra, a los fascismos, a las simulaciones institucionales mexicanas, hoy guarda silencio sobre el hambre con la excusa de que está relacionada con procesos políticos que hay que respetar. Esa izquierda, la que creció denunciando la pobreza y la desigualdad, la indignidad de la ignorancia y del hambre, es la que hoy desde Morena, desde el PRD, desde la socialdemocracia y desde sus oficinas, guardan silencio.
¿Qué tomaron para alterar su conciencia a tal grado que ahora piensen que América no es de nuestra incumbencia porque a los mexicanos les toca preocuparse por sus propias broncas, sus propios dolores? ¿Cómo explicarán a las siguientes generaciones que la orgullosa izquierda mexicana se volvió ignorante, insolidaria y egoísta?
El Presidente tiene una excusa. Él es gobierno, es afín a administraciones como la de Nicolás Maduro y puede escudarse en el principio de no intervención, por mucho que sea discutible.
Pero los hombres y mujeres de izquierda que tanto lucharon por combatir los abusos, las tiranías, la desigualdad y la pobreza, ¿por qué callan? Porque han sido domesticados. La izquierda de ayer es la casta domada de hoy.