* La Final
En lo que otros (Guadalajara, Cruz Azul, “Pumas”, “Tigres”, Monterrey, América…) siguen lamiéndose las heridas, lamentando haberse quedado en el camino; refugiándose, como consuelo, en la lacónica frase del General Douglas MacArthur (comandante supremo de las Fuerzas Aliadas en el Pacífico Sur durante la II Guerra Mundial), “¡Volveremos…!”, Santos Laguna y Toluca velan armas para dirimir, cara a cara, en los duelos programados para esta noche en Torreón y el domingo en la mítica “Bombonera”, el título de la máxima competencia del futbol mexicano.
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El desenlace de estos dos capítulos decisivos será histórico. El resto se quedará “a nivel de anécdota”: el desplome de las “Chivas” tras conquistar, hace un año, el Torneo de Clausura, hasta el penúltimo peldaño de la clasificación general, sin una sola victoria en su cancha…; la incapacidad del Cruz Azul para sacudirse la maldición que lo persigue desde hace dos décadas…; la transición de los “Pumas”: “arrancada de caballo andaluz, llegada de burro manchego”, conforme al refrán…; la decepción –por no decir la humillación— que los equipos de Monterrey infirieron a quienes sostenían la hipótesis de que “la Liga mexicana, como la española, es de sólo dos equipos…”; el fracaso del América por tratarse de un equipo al que siempre se le exige ser protagonista y no se le perdona limitarse a ser “extra”…
Lo dicho: todo eso ya es mera anécdota.
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De los actores de los dos capítulos culminantes de la historia, vale recordar que ambos fueron líderes durante la fase clasificatoria: los “Guerreros” casi al principio, a partir de que los sorpresivos “Pumas” de las jornadas iniciales se desinflaron; los “Diablos Rojos”, en la recta final.
Ni unos ni otros llegaron a la “Liguilla” en plan de favoritos. “Tigres”, Monterrey y América, en ese orden, arrasaron con los momios por obra y gracia de sus antecedentes.
Laguneros y mexiquenses, sin embargo, fueron consistentes a lo largo de la temporada, y refrendaron esa calidad en la fase decisiva. Sus blasones más recientes fueron, en el caso de los rojos, haber parado en seco a Tijuana que había dado la campanada al sacar de la competencia al campeón defensor y, por ende, gran favorito; en el de los coahuilenses, haberse impuesto al América —con todo lo que eso significa— con autoridad en la cancha… y, sobre todo, con una amplitud en el marcador que rompió todos los pronósticos.