* “Juego limpio”
El tema del “Juego Limpio” recobra actualidad en el futbol mexicano…
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Por una parte, la transmisión de los partidos de la Liga Femenil ha permitido a los espectadores comparar las reacciones de las y los futbolistas cuando sufren un golpe. Normalmente, las mujeres hacen menos aspavientos y se recuperan más rápidamente que los hombres.
Tal vez la diferencia esencial no estriba precisamente en que éstos sean más endebles… sino en que son más astutos; no tanto en que su umbral de dolor sea inferior al de las féminas -aunque ha habido estudios médicos que así lo sugieren-, cuanto que, más curtidos que ellas en estas lides, tratan de sacar ventaja de todas las circunstancias: que a raíz de una acción fortuita se marque falta a favor, se amoneste o se expulse al adversario, aunque en el contacto hubiera más marrullería de la supuesta víctima que violencia del supuesto agresor, son prácticas preconcebidas, deliberadas, alimentadas por la cultura del engaño, muy arraigada en el medio.
De hecho, vale subrayar que la Comisión Disciplinaria incorporó hace poco tiempo la norma de revisar las faltas -reales algunas, supuestas otras- que se sancionan con penalties, y de castigar a los jugadores que notoriamente hubieran simulado haber sufrido una falta. Así, se penaliza con partidos de suspensión y se exhibe públicamente al tramposo… aunque la consecuencia del penalti (muy probablemente un gol determinante en un resultado) se mantenga intacta, para no pasar sobre la regla que declara inapelables e irreversibles las decisiones del árbitro con respecto a los hechos ocurridos durante el partido.
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El otro asunto relacionado con el “Juego Limpio” tiene que ver con el amaño de partidos…
Más allá del sospechosismo -como ahora dicen- y la maledicencia, el futbol en general y el mexicano en particular se significan, en lo general, en ese aspecto, por su limpieza.
Si el Pachuca y el León, por citar los ejemplos más recientes, quedaron condenados por los resultados del martes y miércoles pasados a fungir como espectadores y no -como sus dirigentes, sus jugadores y sus simpatizantes deseaban fervientemente- como protagonistas de la Final del Torneo de Copa, fue por la combinación de aciertos de los porteros y errores de los jugadores que cobraron los penalties en las series decisivas ante Monterrey y Cruz Azul, respectivamente; no porque una chapucera “mano negra” acomodara los resultados desde la mesa.